Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Respirar

14/03/2024

No fue hace mucho tiempo, aunque si recuerda la fecha exacta es porque se lo han contado. No sabe si la ha borrado sin querer o si simplemente prefiere no acordarse. El caso es que no han pasado tantos días como le parece. Es consciente de que está desvirtuando el tiempo, pero no los hechos. Era muy temprano, amanecía cuando se despertó y vio esa primera luz por la ventana. Se quedó un rato más tumbado, no sabría decir los minutos, y cuando notó que se estaba poniendo nervioso, decidió levantarse. Se quedó mirando su cama deshecha, esas sábanas en tonos verdosos arrugadas como las malas hierbas de un campo cuando empiezan a secarse, y la pared en la que iba a poner un cabecero que nunca compró… Miro a un lado y a otro y, aunque absolutamente nada había cambiado, tuvo la sensación de que algo pasaba, de que algo no era igual que siempre. No sabía ni el qué ni tampoco el por qué. Miró de nuevo a su alrededor, y vio lo que se suponía que debía ver: las estanterías con sus libros, el armario de puertas abiertas como si le estuviesen invitando a que fuera más ordenado, sus deportivas y calcetines esparcidos por el suelo, un vaso de agua a medio beber y esas fotografías que le gustaba ver antes de dormir, imágenes de un pasado que jamás volvería. También eso lo sabía con toda certeza.
Siguió parado en medio de su habitación, sin pensar, sin hacer nada, hasta que sus ojos se cruzaron con el espejo y lo vio muy claro, ahí estaba. Se sentía como un náufrago en una isla: terriblemente solo. Y sintió que su mente comenzaba a correr como si estuviera en una carrera de fondo, que su corazón se aceleraba como un coche de fórmula 1, que caía en picado desde un trampolín… nada había cambiado, pero él se sentía dentro de un cuerpo descontrolado y desconocido. Intentó calmarse, bajar el rito de esa carrera, la velocidad de ese coche, retroceder en su salto, pero comprendió que era demasiado tarde. Buscó una explicación, y no la encontró; un teléfono para hacer una llamada y no supo a quién. Empezó a ahogarse en medio de tanto silencio, en ese disfraz que no conocía y puso la radio, pero las malas noticias no le ayudaron a calmar esa inquietud interna que imaginaba como un pulpo al que le crecían sus tentáculos y se iba apoderando de sus órganos vitales, como el pulmón. Y vio como lo rodeaba, lo oprimía. Entonces se sentó en la cama, le faltaba el aire, le faltaba de verdad, no podía respirar. Ya había tenido algún ataque de ansiedad, pero esta vez todo era distinto, o a él se lo parecía. Quiso coger aire, claro que quiso, pero no supo… Entonces el tiempo le volvió a jugar una mala pasada. No sabe qué pasó… Ahora intenta recordar con la psiquiatra, ¿cómo va a querer quitarse la vida? Solo quería respirar… respirar desde el balcón.

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