Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Ángel Alcalde y su pintura

09/07/2020

Llegaron días de silencio, de recorrer habitaciones demasiado vacías a primera vista, demasiado llenas de recuerdos en cuanto los minutos trascurren. Llegó también la soledad, la que marca la ausencia cuando la vida castiga sin permiso;  también la que provoca la alegría de esos otros vuelos que se inician al entender  la libertad, la independencia que marca caminos lejos de las alas protectoras de quienes nos vieron crecer.  Llegó, además, esa edad en la que uno deja de tener la obligación de levantarse para cumplir unos horarios que curiosamente nunca se cumplen si las tareas y las ilusiones se mezclan, se complementan. 

Amanecía cuando se sentó en las escaleras que van del comedor a la habitación y tomó conciencia de que silencio, soledad y tiempo se habían instalado a la vez y sin avisar; cuando comprendió que las tres palabras vagaban a su antojo desenterrando no siempre los momentos más oportunos. Y empezó a retarlas, a llenarlas de pinceladas, de instantes mágicos grabados en su retina, en su corazón, en esas miles de fotografías que desde bien joven comenzó a hacer. Rostros que hablan, que le llevaron a otros años, a otras aventuras, a otros países, a otros sueños, los de un chaval de Alamillo que no temió romper su destino inmediato y probar suerte más allá de su tierra manchega, de  aquella España no democrática, pero sin olvidar nunca sus raíces, ni sus campos con sus envolventes colores ni sus pasiones como los toros o la caza. Siempre presentes.

Desfile de personajes queridos y admirados, algunos ya situados al otro lado de esta vida que pasa pero que no deja de sorprender;  otros quizá distantes, pero que de nuevo se acercan como el también manchego Antonio López con quien compartió bocadillos en esa juventud en la que ni se planteaba que aquel artista llegaría a ser universal o que décadas después él recuperaría los pinceles del ayer y llenaría su soledad, su silencio y su tiempo de pintura. Arte repleto de color y vida, de naturaleza, de luz y  belleza, de mujer, de energía  y de todo ese mundo taurino que bien ha conocido, como hermano de torero (Paco Alcalde),  criador, aficionado, periodista, como persona inquieta que no se conforma con lo obvio y profundiza. Dehesas, valles, sierras, umbrías y solanas protagonistas de sus lienzos, de esas pinceladas que hablan, susurran.

Y ahí está este polifacético personaje que reta ahora a la vida con una interesante apuesta, remover las emociones a través de sus cuadros en los que vierte las suyas, sus sentimientos azulados, verdes, amarillos, rojos…como sus campos, como esa fiesta taurina que engatusó  a Hemingway, Lorca, Miguel Hernández… A tantos.

Las obras colgadas en las paredes de su casa la llenan de fuerza, hojas escritas con pasión, a la espera de ser expuestas este otoño en Madrid y Ciudad Real para  formar parte de otras historias, como las suyas, en otros lugares y en otras tierras.