Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Maltrato infantil

13/04/2023

Se acurruca detrás de una puerta, se esconde en un armario, se mete debajo de la cama. Ningún lugar es seguro cuando no existe la seguridad, cuando el peligro habita en el mismo lugar. No sabe si moverse de sitio o quedarse donde está. Mira a su muñeco de peluche y lo aprieta fuerte con sus dos manos, tanto que sus pequeñas uñas podrían romperlo. No es su intención, pero el pánico descontrola su fuerza, bloquea su pensamiento.
Los gritos se escuchan en toda la casa. Sabe lo que hay y perforan su cabeza como una taladradora, como un disco rayado que nadie detiene. Ella intenta que no salgan de su garganta para no asustar, para que su niño no sepa lo que de sobra sabe, para evitar derramar más horror sobre el horror existente. Y no lo consigue, porque el dolor es demasiado intenso. Aguanta su mirada con una intención. Suplica entre susurros para ser escuchada sólo por él, un hilo de voz que se va apagando como las fuerzas para mantenerse en pie. No corre el agua limpia por el riachuelo que recuerda de su niñez. No están las mujeres con sus sábanas blancas cantando en la orilla mientras lavan y las extienden en los matorrales para que el sol las seque. Recuerda a la vez que la oscuridad va llegando mientras una gota de sangre se ha colado entre sus labios. Y cae.
Ya no hay gritos.
Tiene miedo y es demasiado pequeño como para saber ya lo que significa esa palabra. Hace un rato se tapaba los oídos para no escuchar lo que tantas otras veces ha escuchado. Para no pensar en lo que seguramente llegará después. Se tapa la cara como si ese gesto le fuera a proporcionar un refugio que no existe. No ver para no ser visto. No escuchar para no ser escuchado. No sabe si es mejor el exceso de ruido que le sitúa dónde está la escena o ese silencio aterrador que le hiela la sangre.
Las hormigas entran y salen continuamente del hormiguero y van creando filas. No sabe qué motivos le llevan a esa imagen. Pequeños bichitos que de pronto se convierten en cucarachas que crecen y crecen y crecen. Miedo sobre miedo. El llanto se mezcla con su propio llanto. Se ha roto el silencio. El sonido de las pisadas cada vez está más cerca. Su cuerpo se encoge, su cabeza queda bajo sus brazos, sobre sus rodillas. Cada segundo que pasa trae consigo un mayor peligro. Las pisadas se han convertido en las de un gigante, un gorila agresivo que va aplastando todas las hormigas primero; luego, las cucarachas… que crujen mientras una luz finísima que viene desde el pasillo advierte de la apertura de la puerta, y que la historia se va a repetir… Se acaba de hacer pis en los pantalones. Se escucha la sirena de una ambulancia y un timbre. Después, unos pasos se alejan. Por suerte ha vuelto la oscuridad.

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