Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Ante la convulsa otoñada

02/09/2020

La otoñada se nos viene encima ya con toda su amenaza de segunda ola y las mismas congojas y esperanzas de la primavera reciente. El verano, que todavía sigue en vigor aunque parezca que lo hemos desechado al cuarto de los trastos inservibles, es como si quisiera adelantar su final para marcharse en busca de lugares menos inciertos e inhóspitos. La función estival ha concluido y  los peores presagios se cumplen. El repunte del Covid amenaza de nuevo vidas y haciendas.  La vuelta al colegio, que nos ha ocupado durante las últimas semanas, enfrenta un inicio tambaleante en el que nadie sabe a ciencia cierta donde concluirá lo presencial y comenzará lo telemático, con los niñ@s actuando de frontera entre un tiempo que se ha ido para no volver y uno nuevo balbuceante. La educación, con la sanidad, nos colocan ante la piedra de toque fundamental sobre nuestra capacidad de afrontar una gran crisis con las prestaciones propias que se le suponen a un país como el nuestro.
Nos jugamos por entero la credibilidad. El gobierno de la nación se fue de vacaciones poniéndonos ante los ojos el paquete de ayuda de la UE. El cómo, el cuándo y el de qué manera quedaba para un más adelante que comienza a ser ahora, en  este momento en el que nos hemos convertido en el país de la UE con el repunte más alarmante. La credibilidad nos la jugamos porque España necesita a toda costa, con urgencia existencial, que el  repunte de la segunda ola no se convierta en un desastre sin paliativos que haga de nuevo clausurar parcial o totalmente la actividad económica. El desastre ha sido mayúsculo ya en un verano en el que el turismo, a pesar de los esfuerzos iniciales por aparentar que todo estaba en orden,  no ha repuntado apenas, dejando un panorama desolador en comunidades, como la canaria, donde todo gira en torno al visitante en busca de un sol y playa de la mejor calidad. El turismo tardará aún mucho en volver a ser lo que era, si es que finalmente lo logramos. Harán falta inversiones millonarias en inteligentes campañas de imagen antes de que muchos de los que tenían nuestras costas como destino inamovible para sus días de estío vuelvan por aquí con la misma ilusión.
El reto será recuperar la confianza a todos los niveles, también el de una ciudadanía que cada día se siente más ajena al devenir de los representantes políticos a los que muchos ya perciben como se escucha el ruido insensato de un motor a la hora de la siesta. El rastro de desconfianza hacia la política que deja la crisis del Covid-19 es de tal magnitud que solamente una profunda reconversión de ciertos usos y costumbres haría posible un proceso de reilusión colectiva. En toda crisis hay una oportunidad, y es urgente que nuestros representantes en el Congreso de los Diputados, carcomidos por sus vetos y sus trampas, sepan aprovecharla.
No nos engañemos, el episodio veraniego de Cayetana Álvarez de Toledo no es más que el árbol que no deja ver el bosque de la desafección. Álvarez de Toledo, tan ilustrada como egocéntrica, nunca podía ser una eficaz portavoz de un grupo parlamentario, para lo que se requieren dotes más funcionariales y menos anhelos de brillo personal, pero es la piedra de toque para hacernos ver que los ciudadanos necesitamos mecanismos que nos permitan elegir más directamente a nuestros políticos con listas abiertas, haciéndolos más dependientes de nuestra voluntad que de la de los líderes de sus partidos. Su destitución, por otra parte,  tiene la lógica implacable del momento y debería conducir al PP hacia zonas de mayor acuerdo.
Porque urge que en la Carrera de San Jerónimo se tracen las líneas maestras de un gran pacto nacional enfocado a la aprobación de unos presupuestos de supervivencia, vitales, pensados para una situación de emergencia. Esa será la principal batalla del otoño: unos presupuestos que no pueden ser unas cuentas más.  Serán un documento de urgencia para certificar el intento corajudo de salir del pozo o la certificación definitiva de la  frivolidad de unos políticos incapaces de un acuerdo generoso y amplio. Así se presenta la otoñada del Covid. Nubarrones no nos faltan, esperanzas algunas tenemos, y la única certeza es que dejamos atrás un verano en el que quisimos pensar que la primavera fue una pesadilla que remitiría con los calores hasta convertirse en un mal sueño extinguido definitivamente en una alocada noche de verano. Hoy sabemos que se han vivido alocadas noches estivales pero que el virus seguía esperando, sin querer irse.  La lucha debe continuar.