Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Sensación de encierro

05/11/2020

Últimamente anda nerviosa. Como tantos. Lo sabe, pero no le consuela. La libertad es sagrada y siente que sobre ella cae una continua amenaza. A veces, las justificaciones no valen para encontrar la calma, aunque se desee con mucha fuerza.  El entender algo no significa que ya no se tengan los mismos sentimientos. La sensación de encierro puede ser peor que el propio encerramiento. De nada sirven los remos si no se quiere, si no se puede, remar.  De nada tener la llave de una puerta que conduce a otra en la que cuelga un cartel de cerrado.
Él también sabe de lo que ella habla, pero no la interrumpe. Ni siquiera intenta consolarla o animarla. Escucha, solo escucha. Se llena de paciencia ante esas frases rápidas que van y vienen como un columpio,  que andan enredando en su cabeza y descolocan todo como lo haría un gato al entrar por una ventana en una clase de niños. Libertad. Él también ha sentido lo que es sentirse prisionero en su propio miedo.
Lo recuerda, pero no se lo cuenta. No es el momento porque es su tiempo. Porque él está bien. Sucedió hace días. Su despertar fue distinto al de otras mañanas. Abrió los ojos y sin pensarlo volvió a cerrarlos con terror.  En unos segundos identificó el miedo  a ese nuevo día. A tener que levantarse y luego vestirse y desayunar y enfrentarse a los correos de su ordenador que hablan de anulaciones y de proyectos no aprobados. Miedo a no encontrar la salida, a que no le llegue el dinero para el alquiler, a contagiarse al apretar el botón de la letra B del ascensor, a no poder llorar en los brazos de su madre… Miedo, a todo. Aún seguía envuelto en sus sábanas verdes cuando esos pensamientos se amontonaron en su cabeza, invadieron su pecho. Presión. Unos y otros y más hasta que provocaron tal atasco que el aire no llegaba por ningún lado, sus manos sudorosas no respondían a sus órdenes y creyó que había llegado su adiós. Entonces, gritó, gritó angustiado en su propia sensación de descontrol vital.
Ella limpia cuando esos nervios empiezan a rondarla como un joven enamorado; cuando esa sensación de falta de libertad ante la incertidumbre y el ahora sí y ahora no habitan en su interior. Limpia para que ese caos interno no se junte con su desorden habitual. Hay polvo y levanta una cajita de cristal para quitarlo. Es un altar mexicano del Día de Muertos. Con la catrina vestida de mariachi, la foto de Frida Kahlo, las frutas y otros platillos... Una vitrina llena de recuerdos que simboliza el encuentro de los vivos con los que ya se fueron.  Y piensa en los suyos. La sujeta fuerte como si fuera una gran joya. Y sin saber cómo, su inquietud empieza a desvanecerse mientras su memoria se cuela en esa caja llena de música y color. 

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