Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Un mañana mejor

02/12/2021

Noche maravillosa a la luz de la luna. La terraza está a rebosar de juventud y alegría. La gente tiene ganas de disfrutar de cierta libertad. De intercambiar risas y experiencias, aunque aún se deba guardar cierta distancia. La sencillez hace grande los momentos; los encuentros deseados, ansiados, pueden disfrutarse más que un diamante.

No teme que llegue la medianoche como en el cuento de la Cenicienta, porque no debe salir corriendo para ir a casa. El tiempo no marca cuando lo que se vive es el instante, dure lo que dure.

Un brindis por la felicidad que fluye sin buscarla; una mirada intensa que abarca todas las que se perdieron; un sentimiento limpio que quiere proteger como la loba a sus cachorros, como un buen abrigo del frío…

Siente el sonido de un mensaje. Duda si mirar ese móvil olvidado en su bolso. No son horas, piensa, mientras presiente que quizá algo no vaya tan bien como quisiera. Negro, blanco. Blanco, negro. Nada es seguro en esta vida bipolar. Aguanta unos minutos mientras la inquietud se apodera del pensamiento. Unos pocos minutos más y la impaciencia gana. Las palabras llenan sus ojos como la tristeza su corazón. Lo esperado sin fecha acaba de escribirse en el calendario. Quiere llorar, gritar, sacar la rabia y el dolor… Y está a punto de hacerlo cuando intuye que alguien la mira. No dice nada, mantiene la mirada, ojos limpios, limpios ojos. Y sonríe.

Siempre hay una sonrisa escondida en algún rincón; un pequeño tesoro por descubrir que nos abre las puertas de ese mundo mágico e inocente que atesora la niñez; una voz imaginaria que nos susurra al oído las palabras necesarias cuando la necesidad de escucharlas urge.

Ahí están, las sonrisas, los susurros. Están como las olas en el mar, como los riscos en las sierras, como el polen en las flores. Están, aunque, a veces, el silencio, la ceguera, la inquietud o la negrura nos desorienten en esa búsqueda de la quietud, de la serenidad necesaria para entender la vida.

El día despertó con llantos de sirenas. En la soledad de su habitación busca el mensaje de la noche anterior. Las malas noticias ya no son como los antiguos telegramas, entran sin temor junto a chistes y fotografías, conviven en el caos. Ahora sí, se permite llorar esa ausencia anunciada para descargar la opresión mientras las imágenes de su ayer se amontonan en un hoy sin futuro. Una tras otra, en este o aquel otro lugar donde fueron tan felices. Recuerdos y más recuerdos que intentan seguir un orden, que quieren decirle que no olvide que siempre hay una sonrisa escondida en algún rincón. Y visualiza la de la noche anterior. Limpia sus lágrimas mientras cree escuchar una dulce melodía que acuna su tristeza, esa voz necesaria que le asegura que vendrá un mañana, y que este, sin duda, será mejor.

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