Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


La Tribuna

30/07/2020

No corren buenos tiempos. El futuro no solo se presenta incierto sino también lleno de inseguridad y dificultad. Los datos que se van conociendo arrojan cifras que confirman que el camino va a ser duro y que lo que tiene que venir no es muy esperanzador, pese a las luces que parecen ser que se encienden desde Europa.
Lo malo es que ese mañana está ya demasiado cerca de este hoy. No son noticias que se leen o se escuchan, no son comentarios mientras se toma un café, no son imaginaciones lo que se supone que ha arrastrado y arrastrará esta crisis sanitaria inicial que nos ha traído otras: económica, social, laboral, emocional… Son realidades, historias que se están viviendo en todos los rincones de este país, en casas donde jamás pensaron que escribirían su capítulo individual. Tantas.
Las terrazas están llenas porque nos hemos topado con la necesidad de respirar un aire que nos han robado de la noche a la mañana, de volver no a una nueva normalidad sino a la de siempre, a nuestro día a día con la gente que queremos. Disfrutar. Eso es lo que unos y otros andamos buscando en medio de tantos sinsabores, sentir este sol, aunque sea agobiante, que dora la piel y que nos recuerda que si no hubo primavera sí hay verano.  Escuchar el sonido de dos jarras de cervezas frescas al chocar entre ellas, como si  estuviéramos celebrando el cumplimiento de un sueño. Un sonido un tanto engañoso que muestra un querer avanzar mientras el miedo se intenta esconder, mientras se recuerda ese correo leído hace un rato, la llamada de teléfono, la información dada por alguien más que cercano. No son situaciones que viven los demás, tienen nombres y apellidos y hablan de despidos, de citas médicas, de cierres, de bajadas de sueldos, de planes truncados, de proyectos anulados, de…tantas cosas. Nadie está a salvo en este mundo inseguro.
Aún resuenan en la cabeza como el eco las palabras que comunican que este mismo periódico está negociando un ERE; que, tras más de treinta años, en el mes de agosto no saldrá en papel, que no se puede hablar de futuro porque ni siquiera se sabe cómo será el presente.  Y la nostalgia, y la tristeza, y tantos y tantos recuerdos se revuelven, regresan, porque tres décadas atrás también fui parte de este diario, cuando Manuel López Camarena, el director fundador, me llamó para trabajar con él. Cuánta ilusión.  Ahí estaban Pilar Muñoz, el fotógrafo Rueda, Diego del Moral, Javier Peña y Marisa García, que también llegó a ser directora como más tarde Conchi Sánchez, quien en 2005 me ofreció esta columna. Y Laura, Pelayo, Carlos… Días difíciles para el actual director, Diego Murillo, y todo el equipo del periódico, parte, sin duda, de esta tierra. Crucemos los dedos para que el barco llegue a buen puerto, para que en septiembre volvamos a pasar las páginas de La Tribuna mientras saboreamos un buen café.