«Han sido 45 años que se me han pasado como un suspiro»

M. E.
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La perfumería Calatrava, frente al Mercado, cerró por jubilación el 28 de diciembre

El establecimiento permanece cerrado en la actualidad - Foto: Tomás Fernández de Moya

La Perfumería Avenida, en la calle Postas, frente al Mercado, es otro de esos rincones históricos del comercio de Ciudad Real que ha echado el candado. Su propietaria, Manoli Matas, de 66 años, bajaba la persiana definitivamente el 28 de diciembre. Retrasó unos meses su jubilación porque no veía el momento de afrontar su nueva realidad después de toda una vida detrás del mostrador. «Haber cerrado me está costando la vida», confiesa afligida, y pide a este periódico que no haga fotografías dentro de la tienda, ya vacía y con un aspecto triste, nada que ver con la vida y movimiento que había tenido antes. Un comercio tradicional se ha convertido en otro local vacío porque nadie se ha interesado en continuar con el negocio, en otro ejemplo de ausencia de relevo generacional. Ni familiares ni empleados.

Manoli ya trabajaba de niña en la perfumería de su padre, hace 60 años. Estudió en el instituto 'femenino' y en los recreos en vez de tomarse un tentempié con sus compañeras se iba a la tienda familiar a echar una mano. Después, en 1977 abría Perfumería Calatrava, llegando a convertirse en uno de los comercios más emblemáticos de la ciudad. «He intentado trabajar lo mejor que he podido, con respeto y educación y ayudando en lo que podía», dice con modestia, pero desde que anunció que cerraba la perfumería se ha dado cuenta de que no solo han sido 45 años de trabajo sin más, de que su forma de atender, su cercanía, simpatía y preocupación por los clientes han dejado huella en el barrio y en los vecinos. «Estoy recibiendo mucho cariño de la gente, es difícil de superar. Me han traído hasta cajas de bombones y me han dado más besos que en mi boda. Estoy muy agradecida», dice emocionada, llevándose un especial recuerdo de «la gente del mercado», que de ella decían que era 'la alegría del barrio'. También echará de menos a sus empleadas, con las que ha estado muy unida y a las que ha considerado «mis niñas, mi familia».

Manoli lamenta la desaparición de establecimientos de cercanía como el suyo, víctimas en cierto modo de los nuevos hábitos de compra y de lo que ella llama «la deshumanización del comercio». Le hubiera gustado seguir adelante, sirviendo a sus clientes, a sus vecinos, pero asume que el momento había llegado. «Esto cuesta mucho.  Han sido 45 años que se me han pasado como un suspiro».