Almagro es a julio lo que mi pensamiento al pasado, una gruta, una cueva, un teatro. Las piedras se abren al paso y camino mientras musitan al oído para quienes sepan escucharlas. El Siglo de Oro reverbera a cada instante y encuentra en el viajero un susurro que lo transporta a quien fue, su padre, su madre y el árbol genealógico entero que lo trajo acá. En mi caso es literal, porque Almagro es el pueblo de mi padre, del que siempre me habló, pero al que nunca volví con él. Ahora, andado el tiempo, cuando ya no lo tengo a mi lado y no puedo preguntarle nada, salta insistente y me busca por cada rincón de las venas, en cada pálpito del corazón, en cada latido del pulso que me viene. No entendí a mi padre hasta después de muerto y los muertos viven mucho más que aquellos que vemos cada día. Yo se lo digo a mis amigos… Disfruten de sus padres… Luego se van y ya no hay más.
Almagro es una celebración de la vida, la raíz, el tronco, las ramas. Los dos años que ahora cumplo de vuelta a Ciudad Real me han supuesto recuperar amigos, compañías, tratos de otros tiempos. Y ha sido como abrir al hombre y despedazarlo en niño. No ha sido para morir, sino para hacernos más fuertes. Y Almagro ha sido la guinda, el festival, el límite. He descubierto primos que no sabía, familia que había perdido, núcleo que despareció con el tiempo… Son curiosas las trampas de la vida… Conoces y sabes cuanto más viejo eres… Y quizá, cuando tengas todas las claves, entonces mueres. Ayer mismo me pasó lo siguiente.
Fui a comer con un amigo en Almagro, donde paso todo el mes de julio con este festival magnífico de teatro. Al entrar conocía al camarero, pero no supe de qué o cuándo… Y él me lo aclaró… «Yo estuve mucho tiempo en el Jani, el Señorío de la Estrella…» «Entonces conoce usted a mi padre, que se llamaba Eulalio…» «Y trabajaba en la Feba, Fenosa, naturalmente…» Y es como si la rosa se hubiera vuelto a romper y sólo quedaran las espinas sangrando en el corazón de forma permanente hasta crear una fuente redonda desde los centros hasta las sienes.
No sé de qué está hecha la vida ni los misterios de la existencia, pero tengo claro que ni los antiguos lo descubrieron y nosotros tampoco. Sólo sé que el amor es lo único que trasciende la muerte y que nadie se va ni escapa si habita en lo hondo, en el centro, en el más absoluto equilibrio del corazón. Ahí está mi padre… Y mi madre también, obvio… Hace poco un amigo perdió a la suya y quedó huérfano del todo… A mí, los míos me han acompañado después de muertos más que nunca… Una verdad revelada de la vida que se guarda hasta después del tránsito de la muerte.