Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Una cura de clásicos

17/07/2025

Vi a Rafael Álvarez El Brujo el otro día en Almagro con su último espectáculo Volar con los pies en el suelo. Desde hace muchos años, El Brujo se ha convertido en un género propio, que morirá con él cuando se vaya, esperemos que dentro de muchos años. Sólo puedo decir que reí como nunca, igual que cuando era chico, con esa sonrisa infinita que se prolonga cuando te vas del teatro a la calle. El Brujo es un actor único, integral, irrepetible… Tiene algunos detractores – críticos en su mayoría, como él mismo afirma-, pero también muchos seguidores… Llena los teatros de una manera brutal, igual que pocos lo han hecho hasta ahora. Sigue la estirpe de los grandes… Rabal, Fernán Gómez, Sacristán… Cada uno a su manera, han hecho de las tablas un lugar habitable, más humano, próximo y cercano. El Brujo es un monstruo de los clásicos… Los usa y descompone como le viene en gana, a su antojo, como debe hacerse cuando uno se los sabe de memoria… Su fraseo y musicalidad son antológicos, para estudiarlos en cualquier academia dramática. Él hace un género de sí mismo y es feliz con ello. Y no sólo eso… Andado el tiempo, sigue interpretando y rescatando entre líneas las grandes enseñanzas maestras de los clásicos… La sabiduría debe ser algo parecido a eso.
Lo he visto en multitud de ocasiones y ninguna tan buena como la del otro día en Almagro. Se sabe por encima del bien y del mal y de lo que los críticos digan. Al fin y al cabo, como él muy bien decía al final del espectáculo, lo importante era la emoción que se generaba del escenario al público y viceversa. Arreó a todo bicho viviente, como ha de hacer un buen cómico… Y, fundamentalmente, recreó los clásicos a su manera y subrayando su determinación. Dijo que Edipo era el envés del Quijote – o viceversa- y la verdad es que tenía razón. Uno no había caído nunca en eso. Edipo es presa del destino y el Quijote, sin embargo, lo reta e incluso lo crea. La vida es un carnaval y la gran enseñanza para siempre es que hay que vivir sin miedo.
Me reí como pocas veces, no sólo por lo que dice, sino fundamentalmente por cómo lo dice. Si cae por su pueblo, ciudad o localidad, no dejen de verlo, porque El Brujo es la muestra más clara del que la palabra se hace arte y puede cambiar el mundo, aunque sólo sea por la más sarcástica y sardónica de las sonrisas. Lo conocí hace muchos años y pude entrevistarlo cuando le dieron el Premio Corral de Comedias. Creo que es una institución en este país y le falta el Príncipe de Asturias de las Artes. Sólo que la envidia de quien llena teatros a veces es más grande que el propio afecto de los tuyos. Sea como fuere, el martes me di una cura de clásicos como nunca, a mandíbula batiente y entre el calor de un patio de butacas lleno hasta la bandera. Volando con los pies en el suelo.