Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


El año de la palabra

29/12/2023

El desprestigio de la palabra parece algo evidente. El lugar de privilegio que antes tenía lo ha ocupado hoy la imagen. Vivimos en la sociedad de la imagen y el espectáculo. Nuestras palabras apenas tienen valor, no así nuestras imágenes (que se lo pregunten a nuestros políticos). Por eso no nos debería extrañar el reciente informe PISA sobre educación en el que se constata la pérdida de competencia en comprensión lectora y expresión escrita del alumnado, algo que muchos profesores y familias venimos observando y alarmando desde hace ya tiempo. Este informe  ha merecido un documento de la Real Academia Española, el segundo en este año, en la que se ha criticado duramente algunos aspectos educativos como causa de esta degradación de la capacidad lingüística de nuestros jóvenes. 
Sin duda alguna son muchos los factores que están causando esta pérdida de capacidad, aunque creo que hay un elemento que está siendo decisivo. La propia OCDE, que ahora se echa las manos a la cabeza por estos datos, ha contribuido de una manera muy importante a implantar un modelo educativo y unas determinadas metodologías que están en el origen del problema que ahora detecta. El nuevo paradigma educativo ha supuesto un giro copernicano, de tal manera que si antes toda la actividad educativa giraba en torno a los contenidos y su transmisión ahora el centro lo ocupa la adquisición de determinadas competencias. Lo que importa no es saber sino hacer. Una de las razones de este giro está en la visión utilitarista y mercantilista del conocimiento que ha inspirado las normativas educativas de nuestro entorno y al que ha contribuido en gran parte la OCDE  (no olvidemos que la OCDE es una organización con fines económicos). Este cambio de paradigma ha supuesto a su vez una revolución en las metodologías, revolución encaminada a sustituir la utilización de la palabra por la imagen como instrumento fundamental de la comunicación, algo que se ha visto debidamente favorecido por el desarrollo de las nuevas tecnologías (y la potente industria que las está creando). Hemos llenado las aulas de ordenadores, tabletas, teléfonos, pizarras digitales con el fin de utilizar la imagen como vehículo primordial para la educación.  Esto parece comprensible (y recomendable, incluso) para las primeras etapas del desarrollo educativo, etapa en la que los niños aún se encuentran en una fase de pensamiento sensoriomotor y preoperacional. Aquí la imagen y los sonidos, en general cualquier tipo de estimulación sensorial,  sí es el vehículo más importante de comunicación. Pero cuando el niño va creciendo es preciso propiciar y contribuir desde la educación a que pase a una fase de pensamiento operacional, es decir, hay que conseguir que  el alumno sea capaz de pensar en abstracto, a través de símbolos y palabras que representan objetos que no están a la vista, al oído o al tacto. Prolongar este tipo de metodología en secundaria (y esto es lo que está ocurriendo en este nivel educativo) es un error cuyas consecuencias son verdaderamente graves. Aquí no hay ningún progreso que valga, al contrario, todo esto representa una involución. El desarrollo de la inteligencia humana a través de cientos de miles de años ha hecho posible un pensamiento conceptual, que significa la posibilidad de pensar más allá de lo concreto, de aquello que tenemos delante de nuestros sentidos. El pensamiento conceptual trasciende lo concreto y lo particular, las experiencias propias de cada uno y hace posible un ámbito de sentidos comunes, nos traslada al lugar de lo común. En este lugar de lo común es donde podemos entendernos, donde podemos entender a los demás y los demás nos pueden entender.  Hace posible la empatía y el entendimiento. Y en el desarrollo de este tipo de pensamiento es determinante el lenguaje. No por casualidad para los antiguos griegos logos significaba al mismo tiempo, pensamiento y lenguaje. El logos, para Aristóteles, es el origen de la comunidad humana, el lenguaje y la razón, que van de la mano,  es lo que hace posible que los seres humanos podamos encontrarnos, la comunicación y la comunidad. El rey está desnudo y, por eso, lo revolucionario hoy es decir que habría que empezar a desterrar de las aulas de secundaria y bachillerato, y también de la universidad, la imagen para volver al uso, por excelencia, de la palabra oral y escrita, privilegiarla y autorizarla.
  Ayer mismo eligieron como palabra del año el término polarización. Pues bien, la polarización es lo propio de un pensamiento ensimismado, de un pensamiento egocéntrico, el propio de los infantes, de los que no hablan aún (que eso significa infante). La polarización es el síntoma de que no existe logos, el lugar de lo común, el sitio donde es posible la conversación, el poder converger desde puntos de vista distintos. El olvido de la palabra, relegar el uso de la palabra, es devolvernos a un estado de pensamiento infantil si no, mucho peor, a la más inhóspita de las selvas. ¡Feliz año nuevo de la palabra!