José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Toldeo de salón

02/07/2025

Igual que hay un toreo de salón, donde los intervinientes se adornan en exceso y sin peligro alguno de mancharse o ser embestidos al no haber rival enfrente al que acoplar y amoldar en la embestida, y de aquí la gestualidad exagerada y pinturera de esa suerte de toreo blando y mullido y en el fondo facilón y ventajista, existe, por demás y de forma creciente, en las modernas sociedades una tendencia al adorno innecesario en debates circulares y en polémicas tangenciales, que también son un poco eso, debates de salón y pura gollería. Que ya saben que es «un manjar exquisito y delicado». Pero también, superfluo. Por eso el toreo de salón como ejercicio superfluo y baladí. Puro adorno castizo y argumentos barnizados del mejor sofista. 
Podríamos hablar y citar cientos de faenas civiles y religiosas, pacifistas y belicistas, realizadas en honor del toreo de salón, desde la soledad del teclado, desde la hondura de la barra de bar, desde la tertulia cafetera o cervecera, desde el salón en el ángulo oscuro y desde el concilio del grupo de WhatsApp. Que no dejan de ser todas ellas pura tautología del toreo de salón y del maquinismo ferroviario. He recordado esto últimamente, en estos días abrasadores, en que algunos ciudadanos reducen y reconducen el efecto del entoldado de la plaza Mayor, finalmente concluido y ejecutado como un anticipo de lo que se avecina. A su juicio no ejerce el caudal de sombra exigible a una instalación de tal tipo, según los cánones y modelos de umbría y de umbráculos, en la creencia de que una instalación de estas características –entoldado, canopeo, carpa, quitasol, dosel o cubierta textil, cualquiera de ellas– no es, propiamente, una instalación de aire acondicionado, donde uno puede elegir el umbral de frío o calor con solo apretar un botón. Olvidando los largos años de amagar y no dar –contabilizo diez años, desde 2015 al menos, de merodeo solar y de desidia municipal– y creando cuestiones de debate entre el sofisma y la fruslería. A todos ellos, atentos seguidores del devenir municipal, no solo les aconsejo la lectura de la pieza de Enrique Laborde Viaje al calor (1966), para entrar en calor propiamente, sino otros recuentos de presupuestos desmedidos y de obras desviadas en sus intenciones. Bastaría citar en este desalojo de ideas, el ejercicio constructivo, formal y reductivo de la proclamada Ciudad Administrativa, con una inversión final que multiplicará el gasto del criticado entoldado 160 veces y con mucho frío dentro.

ARCHIVADO EN: Plaza Mayor