Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Nostalgia de la propaganda

03/11/2023

Los hermanos Dulles provocaron un golpe de estado en Guatemala, en 1953 para favorecer a una empresa privada, a la poderosa Fruit Company. Utilizaron recursos federales para lanzar una campaña en la que se implicó también el padre de la propaganda moderna, Edward Bernays. Juntos, con la ayuda de directores de publicaciones como TIME, consiguieron tumbar un gobierno para evitar una reforma agraria que iba en contra de los intereses de sus clientes. 
La propaganda en aquellos años era un asunto mucho más inteligible. Se vertían mentiras o exageraciones para conseguir algo concreto. El Ejército de los Estados Unidos la utilizó para encubrir la matanza de My Lai, tratando de evitar que se hiciese público que los marines que tenían que proteger la libertad por el planeta habían violado y asesinado a decenas de niñas vietnamitas, y habían puesto en fila a todo un poblado (cientos de personas) para ejecutarlos a sangre fría. 
La propaganda analógica sirvió también para justificar la invasión de Irak. Dando credibilidad a las teorías de un informante de dudosa reputación, y desoyendo a los propios servicios de inteligencia, filtraron a los principales diarios de Estados Unidos que Sadam Husein disponía de armas de destrucción masiva. Años antes, el propio presidente iraquí habia hecho acuñar monedas conmemorativas de su victoria contra el «imperio del mal», Estados Unidos, reinterpretando lo que realmente ocurrió en la primera Guerra del Golfo. 
La propaganda entonces era así. Burda, sencilla, sensible al tornasol de la verdad, fácil de desmontar con los hechos en la mano. Pero la propaganda posmoderna ya es otra cosa. Los esfuerzos de intoxicación versan ahora sobre detalles que no cambian sustancialmente los hechos. Se centran en asuntos que no tienen un gran impacto en los términos de la historia, pero sí sobre las emociones que suscitan. 
¿Los cadáveres estaban decapitados o no lo estaban? ¿Los terroristas disfrutaban mientras lo hacían? ¿Las bombas que mataron cientos de personas alcanzaron su objetivo o cayeron interceptadas? Se trata de asuntos secundarios, más difíciles de verificar y mucho más emocionales. Transitamos de la propaganda de los telediarios a la propaganda de las redes sociales. Y hay que acostumbrarse a esto también.