Parece mentira, pero hay gente que todavía se toma en serio la política. Es como enfadarse porque La Guerra de las Galaxias no cumple los principios de la astrofísica. Si en el espacio no se transmite el sonido, ¿cómo es que se escuchen las explosiones? Lo que pasa es que nadie le pide a George Lucas que se preocupe por eso cuando escribe sus guiones. Suficiente tiene con entretener, emocionar y divertir al público. 
La ingenuidad de pensar que la política tiene que ver con el mundo que administra nos lleva a grandes confusiones. Desde la óptica del guion, es evidente lo que reclama la serie. La trama nos va llevando lentamente a la lucha final entre Isa y el Perro, entre Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez. Nadie con dos dedos de frente renunciaría al espectáculo, ni siquiera los guionistas de las primeras temporadas de Juego de Tronos. 
Isa y el Perro mantienen una línea narrativa parecida que hace aún más emocionante el choque. Ella ha sufrido una conversión magistral de chica despistada a Emperatriz. Mientras que él sustenta la leyenda del renegado, capaz de transformarse, de sobreponerse a cualquier revés y de arrasar a sus rivales cabalgando sobre sus propios memes. 
Da igual que se contradigan, da igual que rebasen los marcos de referencia, da igual que traspasen todas las líneas. El arco narrativo aguanta sin problemas, la sangre de sus víctimas es un recurso de maquillaje y los destrozos que van dejando son a beneficio de inventario. Hay un acuedo tácito con el público, que perdona absolutamente todo menos una cosa: el aburrimiento.