Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


El poder de lo real sucumbe

03/11/2023

Ni el principio de identidad, mediante el cual las cosas son lo que son y se mantienen idénticas consigo mismas, o el de no contradicción, mediante el que las cosas no pueden ser simultáneamente lo mismo y lo contrario. Ni el sentido de la verdad, mediante el que las afirmaciones se corresponden con los hechos. Ni el sentido del bien común, el cual responde a lo mejor o lo más conveniente para la totalidad de un conjunto de ciudadanos. Tampoco el sentido del derecho justo, mediante el cual lo legislado guarda una coherencia con el resto de las actuaciones legislativas y busca lo más conveniente. La soberanía se pretende convertir de nacional en popular. Parece ser que en nuestra vida política nacional nada tiene razón de ser, ni coherencia, ni virtud alguna, tan sólo hay una vía posible para el recorrido político, que es de la legalidad: hacer legal todo lo que se pretende conseguir u obtener por y para el poder. 
Pero este orden político no es el único en el que vemos que la ética no funciona porque no funciona la razón, ya que si no hay pensamiento fundamentado y racional tampoco puede haber virtud, ni una actuación coherente desde unos principios que la inspiren. Por otro lado, las noticias de violaciones grupales son cada vez más frecuentes, sobre todo en el ámbito de la juventud, aunque la pederastia también ha campado a sus anchas y lo sigue haciendo; solo hace falta mirar a ciertas latitudes del planeta, así nos lo recuerda la muy recomendable película Sound of freedom (Sonido de libertad), estrenada el mes pasado, pues la trata de menores es un mal endémico que asola amplias latitudes geográficas. Y la violencia no solo sexual, sino también la física, es un tipo de expresión muy frecuente, entre bandas, entre individuos, y por supuesto, entre países. Hasta la religión sucumbe a la voraz capacidad destructiva humana, pues se llega a matar en nombre de Dios y, se organiza como terrorismo. A menor escala, presenciamos, sobre todo los fines de semana, que ha habido peleas, apuñalamientos. Nos suelen informar que hay barrios donde el tráfico de drogas es corriente, el fenómeno okupa campa a sus anchas, el vandalismo toma las calles recurrentemente en grandes ciudades, lo cual es ya algo habitual como forma de protesta. En el ámbito de la violencia familiar de género, se fomentaron amplias expectativas de que iban a combatir violencia de género hasta casi erradicarla, con ministerios creados para combatir tal fin y promocionar la igualdad y, sin embargo, hemos asistido a la mayor liberación 'legalizada' de violadores de la historia, junto con una tendencia creciente de la violencia de género, que no ha menguado, sino que ha crecido. El aumento de las enfermedades mentales por causa de las adicciones también es real.
Enumero únicamente algunos de los fenómenos que son cada vez más habituales y crecientes, que se están instalando en la vida social y adquieren proporciones cuantitativas significativas, pues en ciertos casos, como el de la trata de menores, llega a ser cuasi global. No pretendo caer en el pesimismo parcial que solo ve lo malo de la sociedad, pero sí quiero advertir aquello que puede estar fallando para que estas tendencias puedan ser revertidas. La filosofía es el saber que busca la raíz del conocimiento o las causas explicativas últimas de lo que somos y hacemos. Y, ¿por qué pasa lo que está pasando? 
Lo irracional en el pensamiento se convierte en una conducta desviada, perversa y violenta en la práctica, ya que pensamiento y actuación van intrínsecamente unidos. La situación actual puede requerir de una enmienda a la totalidad, pues si se está perdiendo el sentido racional de la vida individual y pública, es porque se ha perdido el sentido de la Realidad con mayúsculas. Se está perdiendo el sentido de lo real.
Para todo ello, tenemos que recuperar el horizonte realista. Zubiri es una gran propuesta para estos tiempos que corren, pues hemos de saber-nos insertos en la realidad, como él decía, pero la realidad es «de suyo», por lo que existe más allá de nuestras meras elecciones y aspiraciones. La realidad nos antecede, nos precede, y hemos de salir a su encuentro, pues nosotros somos parte de la misma. Podemos ser creativos, pero no podemos crear la realidad. Es lo que estamos perdiendo; sucumbimos por ignorar el 'poder de lo real'. Lo real es lo que viene a nosotros y nos interpela, por lo que pienso que la raíz de este mal que se vuelve endémico es porque ambicionamos y buscamos nuestro poder frente al poder propio de lo real. Queremos el poder ilimitado: sueño colectivo autodestructivo.