Nunca he entendido el odio pasado hacia el judío y la animadversión hacia Israel en el presente. Nada más se matiza algún punto directamente, se "blanquea" el genocidio palestino en Gaza. La conversación ha finalizado.
Sigo sin saber cuál debería haber sido la respuesta moral correcta de Israel tras el 7 de octubre de 2.023. Hasta ahora, habían aplicado dos estrategias paralelas; la primera se ha centrado en recuperar su mítica capacidad disuasoria golpeando a sus enemigos de manera quirúrgica. Es pronto para confirmar su éxito a medio plazo, pero curiosamente, nadie se ha sentido violento por su contundencia, carácter sistemático y sus posibles consecuencias futuras.
La segunda estrategia, la vuelta a Gaza, ha generado rechazo internacional masivo. No porque no haya sido efectiva en la eliminación contundente de los autores materiales e intelectuales del 7 de octubre, sino por los daños colaterales. En este punto me atrevería a dudar del objetivo final del gobierno israelí. Lo que sí parece claro, es que el uso masivo de la Inteligencia Artificial provoca un aumento desproporcionado de las víctimas civiles y un aire de irresponsabilidad en el ejército.
La eficiencia militar requiere establecer límites, porque no todo lo que es posible es moralmente aceptable. Igual que no es justo que a un israelí se le haga responsable último de lo que hace su gobierno, tampoco todos los habitantes de Gaza son terroristas. Es argumentable que la ONU y sus múltiples organizaciones asistenciales no han cumplido estrictamente con sus obligaciones, lo cual puede haber sido un caldo de cultivo para el terrorismo y el odio hacia Israel. Pero en cualquier acción militar masiva hay una responsabilidad hacia los civiles.
Si el panorama era complicado, los ataques aéreos de Israel a Irán y la aparición en escena de Estados Unidos ha destrozado el argumentario. A medio plazo, hemos confirmado por qué cualquier régimen dictatorial va a dedicar sus esfuerzos en desarrollar armas nucleares.
Hasta la fecha, Donald Trump siempre ha sido cauto con las aventuras militares, porque se saben cómo empiezan y no cómo ni cuándo acaban. Los guerrilleros hutíes ya han demostrado los límites reales al poderío militar. Es un error lamentable iniciar guerras que no puedes ganar, pero es patético meterse en las que no tienes ningún interés estratégico, de seguridad o político que obtener. Da la impresión que Netanyahu ha llevado a Donald a un lugar que nunca debería haber ido.