Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Empoderamiento de salón

30/10/2023

Hablando con un amigo, ingeniero y profesor de tecnología, surge el tan magramente sobado empoderamiento. Precisamos que hay muchos tipos; asumimos el servil y contundente barbarismo mercadotécnico del término (nadie usa el patrio apoderamiento); nos centramos en el espinoso debate del empoderamiento femenino.
Le insinué, no sin malicia, que estaría contento, porque seguro que tendría la clase llena de chicas: times are changing diría Dylan.
Respuesta lapidaria: Nunca tuve menos alumnas; estudian física, matemáticas e informática menos que nunca; de mis intentos de concienciar a muchas de sus altas capacidades para cursar una ingeniería u otras ciencias puras mejor no hablar.
Quedé perplejo y tiramos de estadísticas de STEM (no es el último fichaje holandés del Real Madrid): acrónimo al castellano de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas.
Ya sé que no todo es matemáticas, ingenierías… existen ciencias sociales, humanísticas, sanitarias. Les escribe, dice mi amigo Diego, un abertzale de las letras… pero no escapa que el mundo crematístico lo mueven Tecnología e Inteligencia Artificial; en IA solo trabaja una mujer de cada cuatro personas, esa IA que marcará nuestra forma de pensar, comprar, relacionarnos, valorar(nos)… las próximas décadas. 
La brecha más importante es en Ingeniería Informática y Matemáticas. En el prehistórico curso 1985/1986, quien lo pillara, el 30,12% del alumnado en Informática eran mujeres, ahora es el… 12,74%. El 25,7% estudian ingenierías y Arquitectura frente al 71,4 de Ciencias de la Salud.
Sigue acentuándose en la mujer el rol, estereotipo, o como diga la jerga social vigente, de cuidadora y protectora, frente al más agresivo y competitivo laboralmente, que sigue perpetuándose en el hombre. Porque no nos engañemos el bajón femenino y el subidón masculino en Matemáticas, Física, lo marca ser estudios que pasaron de verse como "carreras apacibles", sin más salida aparente que investigar o dar clase, a ser carreras muy atractivas para lucrarse; y esa voracidad monetaria sigue siendo más masculina que femenina.
Yo no reivindico voracidad para mujer ni hombre, allá cada cual, pero sí detecto un cóctel explosivo: mayor nivel de autoexigencia y de autopercepción de minusvaloración de las propias capacidades en las chicas frente a los chicos; ellos son más atrevidos y se lanzan a cualquier carrera con menos preparación y conocimiento, mientras que las chicas son más renuentes y temerosas al fracaso.
En tiempos de tanto feminismo enfrentado, a veces rencoroso, que en muchas ocasiones caricaturiza los peores comportamientos del machismo, habría que hacerse fuerte en una trinchera más sabia: de menos barro y  trifulca y de más preparación para potenciar en las chicas el quererse más a sí mismas, atreverse, autoexigirse en justas dosis, no tener miedo al fracaso y soñar a lo grande o a lo pequeño, pero soñar, porque para morder el polvo siempre hay tiempo, y en eso a las mujeres no creo que necesiten lecciones.
Y la que quiera ser cajera, escritora, funcionaria, ama de casa, arquitecta, ministra, mediopensionista que lo sea, o no, porque lo luche y lo desee, no porque tenga interiorizado que no vale para más.