Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


El péndulo de la historia

30/06/2023

En la semana que va tocando a su fin, queda como día señalado el día 28 de junio, por ser el día de la reivindicación del movimiento LGTBI, con todos los desfiles, actos, eventos y símbolos que le acompañan. Es llamativo que en cuestión de un período de unos cincuenta años, la historia ha dado un giro bastante impresionante: la realidad del movimiento LGTBI ha pasado de ser una realidad oculta y perseguida a ser una realidad de la que se está orgulloso, se muestra y exhibe, a la vez que se reivindica en fases de consolidación como derecho.
Ante tal transcurrir de la historia, podemos preguntarnos desde un punto de vista antropológico: ¿Quiénes somos como seres humanos: somos naturaleza, cultura o un combinado de ambos? ¿Estamos ante una segunda fase de la revolución sexual iniciada en mayo del 68?
Efectivamente, no podemos decir que somos únicamente naturaleza, pues si no estaríamos determinados absolutamente a estar configurados por nuestra biología, sin embargo, ¿podemos ser al margen de nuestra biología? Si el género es construcción sociocultural, estamos en un momento de deconstrucción del mismo; la deconstrucción fue introducida de manera central por Derrida en el ámbito francés del Siglo XX. La razón como deconstrucción de la metafísica. Socioculturalmente, vivimos este momento de deconstrucción de una serie de identidades tradicionalmente asimiladas. Si partimos del supuesto de que el género se construye, se puede deconstruir, por lo que nos encontramos en dos momentos de la identificación sexual en el ámbito individual y social: se deconstruye un modo sexual de identificación sexual y se construye otro.
Sin embargo, se perfilan dos estilos o concepciones: una construcción social de corte natural y otra construcción actual, muy reciente, basada en la libre elección.
A la primera línea de identificación sexual, se le reconoce como natural, porque entiende que hay una asimilación entre lo biológico y lo identitario: sólo las mujeres pueden ser madres, por ejemplo, pues su condición biológica es la que lo posibilita. Aquí se encuentra la tendencia feminista clásica, la tendencia de vivir el sexo biológico como el sexo propio, o también se basa en la máxima del sexo se construye, pero con el sexo que se nace. Sin embargo, desde los postulados de la tendencia de libre elección, los seres humanos no estaríamos configurados por unas notas constitutivas características de lo natural, sino que cada cual puede configurar su tendencia sexual desde sus deseos, su voluntad, sus experiencias o inclinaciones, la configuración del género no tiene por qué tener una continuidad con la base biológico-genética. Ahora bien, con la posibilidad de poder que el derecho otorga, las uniones homosexuales se erigen en familias de derecho, con las mismas posibilidades legales que las familias naturalmente constituidas: unión heterosexual con la posibilidad de procreación; las familias homosexuales lo son por la posibilidad de adopción: ¿son totalmente iguales estos estilos de familia?
Si se pretende deconstruir que el género es una construcción identitaria, esta tendencia basada en la libre elección también es una construcción cultural, pues busca auto-fundamentarse en el poder de la legislación para ser derecho. Estamos ante el difícil quicio de la distinción entre lo que es naturalmente constituido o lo que es culturalmente construido. ¿Qué características hacen que un derecho sea universal?
Introduce Ortega en su obra Las Atlántidas la consideración de la razón como razón histórica. Dice que no tenemos naturaleza, sino que somos historia. No somos seres fijistas, establecidos en base a una constitución natural, sino que somos razón histórica, lo cual implica ser la consecuencia de nuestras decisiones y acciones. Somos lo que hacemos. Desde este punto de vista, el movimiento LGTBI tendría una razón de ser, porque la historia es cambio, transformación. Entronca con el panta rei heraclitiano del todo fluye. Sin embargo, para una concepción naturalista, lo natural sería irrenunciable. Culturalmente hablando, gran parte de nuestra cultura está construida sobre nuestra forma corporal humana, ¿hasta qué punto nos podemos desvincular de nuestro cuerpo?
Este tema es complejo que invita a pensar en quiénes somos antropológicamente hablando: pasar del paradigma de la dualidad sexual a la multidiversidad sexual en cuestión de unos pocos años no es un cambio baladí, y creo que todo ello se merece una honda reflexión. 
Si el movimiento LGTBI pretende que todos seamos tolerantes con la diversidad, y aceptemos sus posicionamientos, permítannos también pensar su propuesta; no se trata de acatar sin más una posición personal e individual que se ha colectivizado, pues hacerlo por imposición es dogmatismo. Lo que nace en nombre de la tolerancia no puede ser impositivo. La razón nace como diálogo, como divergencia.