Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


Los procesos electorales, escuelas de convivencia

15/06/2023

La campaña electoral para pillar el mayor cacho posible del gran pastel de la democracia, y que no son otros que los miles de cargos que salen al mercado político tras cada jornada electoral, sigue su curso, en una búsqueda, casi siempre febril, de nuevos servidores públicos, que no otra cosa son los dirigentes que nos tocan tras cada recuento de papeletas depositadas en las urnas. Todo el proceso electoral, al menos en España, debería ser ocasión gloriosa para ir, dado que aún falta tela de trecho, afianzando el sistema democrático en toda su extensión, que no es poca ni está exenta de dificultades. Pero no, ¡quiá!, en nuestro solar patrio, lejos de ser ocasión para la concordia postelectoral, lo que significaría que la situación general de respeto iba ganando terreno, la precampaña, la campaña y lo que suele llegar detrás, es ocasión más que propensa para mostrar los colmillos de cada espécimen humano con ocasión de gobernar, ya sea una comunidad grande o chica, un municipio, mi barrio o una maceta con un geranio trasplantao, regalo de la vecina. Muchos insultos lleva soportados nuestra democracia. Muchos. Y aunque estamos abogando por una mejora, cuanto mayor, mejor, de la convivencia, hay que lamentar que no sólo no mejora la situación, sino que en los últimos tiempos, trufado todo con los coletazos de la pandemia, y hasta con la propia pandemia, hemos visto y vivido una situación de empeoramiento general, que tiene nombres y apellidos, y hasta sexo, y hasta cargos importantes, dentro, claro está, del organigrama general de la gobernanza hispánica, o ibérica, que en cosa de comer y gobernar, lo ibérico casi se impone a lo hispánico, y por supuesto, a todo lo demás. 
Pero volviendo al asunto, recuerden ustedes los inadmisibles insultos de la ministra Irene Montero contra algún jurista, por culpa de la desastrosa ley del sí es sí, o el no es no, ejercicio de terquedad y soberbia que va a costar más de un voto y más de mil, al bloque rojo y rojo fuerte; a la dureza de juicios de la derecha plus, a la que servidor no llamará nunca extrema izquierda, al menos mientras que a su equivalente, que lo hay y ahora parece que algo se clarifica el asunto y les pasa recibo, los contrincantes y demasiados medios sigan abusando de la discriminación y el trato diferente y contaminado, lo que lleva a algunos a parecer vulgares lacayos de no se sabe bien qué; o los azucarillos de acíbar y pimienta que la otra Montero, la morena de la copla, va repartiendo de viva voz a todo el que no mire su opción, con, al menos, simpatía. ¡Pues no! señoras y señores. Aquí, en la Hispania del jamón y el chorizo ibérico, sobra mala leche, enfrentamientos, ofensas de unos a otros y de otros a unos -a unas también- zancadillas, trampas, y todas las lindezas que a ustedes se les puedan ocurrir. Digo yo que ¿quizás?, si el discurrir de Irene Montero hubiese sido diferente al que ha mostrado e impuesto, hoy la rueda no se habría parado. Así es que, que diría Bono, hay que dejar la mala baba fuera de todo y propugnar y pelear por situaciones habituales, no esporádicas, de un correcto gobernar. Al menos, por el bien de todos; a los demás, ya veremos.