José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Extraño país

17/06/2025

El título me lo presta en parte un pequeño y casi clandestino libro de artículos de Andrés Trapiello, Extraño país este (Comares), de asuntos intemporales, confesaba en su prólogo, lejos de compromisos con la actualidad, aunque al final, acaso sin querer, lo actual tiránico se filtraba entre sus líneas. Como ahora, y no es que se filtre con sutileza sino que nos golpea y maltrata, como a este nuestro presidente del Gobierno, tan maquillado de sorpresas corruptas a su lado como ungido de perdones, que llegó a implorar hasta ocho veces, ocho, después de 44 días, 44, sin comparecer ante la prensa.
Golpes y maltratos que parecen haber hecho despertar a muchos, merced a los 490 folios, 490, del informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, sobre la corrupción del secretario de organización y en la práctica segundo hombre del socialista partido gobernante, el tal Cerdán, y su «organización criminal», según la UCO, por cuya honorabilidad ponían algunos ministros sus manos sobre fuego el día o días anteriores. Que caiga ya el segundo secretario de organización consecutivo del partido y nadie, ni el supercontrolador máximo responsable en Moncloa y Ferraz, ni antes ni ahora, se enterase de nada ¿cómo lo podríamos definir?
Viene a sugerir el filósofo José Antonio Marina en su nuevo libro, La vacuna contra la insensatez (Ariel) que los obsesos —¿y autócratas?— del poder siempre han mentido, pero hoy manda la idea de que «nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad». Aunque veamos en dicho informe policial diálogos, y luego audios, del trío Koldo, Ábalos y Cerdán sobre reparto de comisiones ilegales procedente de millonarios pagos por obras públicas del Estado (robo de nuestros impuestos) y hasta de prostitutas que son el guion de la mejor de las ficciones mafiosas, por no mencionar lo de «mete las dos papeletas sin que te vea nadie», en las primarias de 2014, cuando el hoy presidente derrota a Madina, uno de los «resentidos» actuales según el exquisito ministro Óscar Puente. Por ello «no va de mí», dijo el presidente Sánchez. Ni de su organización, ni de sus socios de investidura y de mantenimiento. Ni anuncia su dimisión ni la convocatoria de elecciones. Ni da señales de recomponer este «puzle roto» del país, como lo definió Page. Es más, se apresuraban con urgencia a poner en marcha leyes que aseguren el control total de la Justicia por el ejecutivo, mientras el Constitucional (ya controlado) ultima la definitiva amnistía para el secesionista fugado Puigdemont que tanto negoció con el ahora caído Cerdán. País extraño.
Cuando Trapiello escribió el artículo El político y su descrédito, en el citado libro, no conocía aún el llamado sanchismo, pero firmaba este párrafo, íntegramente: «Zafios, embusteros, ignorantes, ridículos, vulgares, glotones, interesados, desleales, jactanciosos, inexpertos, escandalosos, plebeyos, inconstantes y vanidosos, cuando no ladrones, prevaricadores, filibusteros». Posdata. También los hemos conocido honrados.