José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Ni celtas, ni íberos

31/10/2023


A Julio Camba, el mejor columnista español del siglo XX, vuelvo una y otra vez. Lo releo en sus recopilaciones recientes, bien introducidas y anotadas. O son acaso sus libros los que me encuentran. Como el titulado Galicia (Fórcola), selección de artículos con tema galaico del cosmopolita y corresponsal viajero, nacido en Villagarcía de Arosa, acusado por algunos de ser «mal gallego» o al menos «poco gallego». Aunque el gran irónico del articulismo dejó por escrito que «hay numerosas manera de ser gallego, y el serlo por nacimiento es, acaso, la menos importante de todas».
Sería que el nacionalismo, si alguna vez hubiera caído en esa enfermedad, se le habría curado viajando, como aconsejaba Baroja a quien sufriera de dicho mal. Pero qué disfrute para la inteligencia y la buena literatura breve son estas piecitas de periódico, que ahora, en este oleaje de plurinacionalidades disgregadoras y de inventivas falsas que atraviesa el país, es como si el ironista y descreído Camba se hubiera puesto a escribir por todos nosotros. Porque no sé si es que no pasa el tiempo por él o por España: ¿vigente articulista o varado país? Quien dijo que podía hacer su columna a partir de una noticia de tres líneas del periódico o de las obras completas de Voltaire, no podía hurtar al lector las cuestiones regionalistas o nacionalistas de entonces (y de ahora). Satirizó con estilo al galleguismo que se inventó un lenguaje inexistente, como vascos y catalanes han tenido que normativizar en nuestra época vocabularios y terminologías inexistentes en su habla tradicional popular, y ejecutar una política lingüística (¿y también policía, al modo orwelliano?); así criticaba burlón el galleguismo como «haxádegos de caiderádegos» (hallazgos de catedráticos).
Con la irónica lucidez del gallego que a los dieciséis años salió de su tierra, marchándose a Buenos Aires de polizón en un trasatlántico —de donde regresó repatriado por la policía por su anarquismo juvenil menos de dos años después—, consideró siempre la escritura en periódicos como una forma de vida. Vivía «en estado de columna». Todo lo transformaba en artículo. En La verdadera nacionalidad, artículo de 1918 en el diario El Sol, escribe que hacer una nación es cuestión de quince años y un millón de pesetas, «en el mismo Getafe, a dos pasos de Madrid»: cuestión de encontrar una tipología antropológica común y construir un idioma recogiendo los modismos locales, y si al final alguien lo negaba pero «no podría definirme el concepto de nación, lo habría reducido al silencio». ¿Les suena…?
Nacionalismos, regionalismos y provincianismos varios, generalmente abonados al reaccionarismo egoistón y en retroceso. ¿Qué fue del partido andalucista? Teruel existió una legislatura y de Canarias aguanta un diputado. Sólo el nacionalismo llamado histórico y los independentistas que se dicen «colonizados» perviven en su chantaje de minorías, gracias a la sobrerrepresentación de una Ley Electoral que inexplicablemente —¿por miedo?— nadie sugiere modificar. «Yo no soy un celta», decía aquel 'solitario del Palace', enamorado de Madrid.