Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


El COVID-19 sigue ahogándonos

24/07/2020

El miércoles, como el que no quiere la cosa, muchos españoles -supongo que no estaría un servidor de ustedes solo ante el televisor- tuvimos la ocasión de ver unas tomas de unas escenas de la jauría política española en la que solamente una de las testuces se vio, la vimos, medio cubierta por una mascarilla -mascareta dice Chis Torra- puesta a toda prisa al ver el usuario, una presunta señoría desobediente, que la tele, ¡Oh la diosa/odiosa! tele, le estaba enchufando directamente a él y vecinos, como se dice en el juego de la ruleta. Oigan, ni uno de todos los padres, y las madres, de sus hijos, que en esto suelen ir juntos, más que nada por si volviesen aquellos puntos que Franco mandaba pagar a final de mes a los padres y madres de familia. No la llevaba nadie, nadie, y eso que son los diputados y arrimados. La propia presidente pidió que la usasen a cara destapada. ¡Olé!. Cómo se atreverá nadie, ni juez ni nadie, a pedir cuentas al pueblo. Vuelvo a los puntos. Entonces España era pobre, los célebres y siempre bienvenidos puntos no pasaban de unos pocos duros; hoy, como se ve en todo lo referido a la pasta flora, incluidos los posibles y sustanciosos arrimones mensuales de Podemos, ahora en danza en los ambientes judiciales, las cifras podrían ser de cientos y miles de euros, como parece desprenderse del nuevo problema podemita que llega, como digo, a los juzgados. Pero así están las cosas. La gente vuelve a estar encerrada en casa; las cifras del COVID-19 han surtido el efecto del más potente veneno para la salud del turismo; en algunas comarcas o núcleos urbanos, las perspectivas no son solo de ruina económica, más que antes si cabe, sino de muerte; en las zonas de esparcimiento, especialmente por la noche, los jóvenes, muchos jóvenes, aunque no todos, siguen poniendo sus vidas, y las nuestras, en grave peligro, aunque ellos ni lo valoren ni lo adviertan. Y así las cosas, y sólo puedo hablar de este mi pueblo, las gentes, demasiadas para como está el oraje, siguen, al margen del virus en sí, riéndose de la mayoría de ciudadanos que cumplen y se ponen la máscara, van por su derecha y a nadie entorpecen, ni provoca.
De otro lado, llevo un mes largo haciendo marcha, o footing, por el Parque de Gasset, especialmente por el paseo central. No es que esté muy limpio, pero vale. La cercana calle de Los Robles, no se vea nada más que como un simple ejemplo, reluce como los chorros del oro en su primera parte. La segunda, una vez traspuesta la calle Los Quejigos -servidor vive en esta segunda parte de Los Robles- rebosa de hojas y otras porquerías un día sí y otro no. Pero vuelvo al parque y afirmo que en el mes que llevo hollando el paseo central no he visto nada más que una vez vigilancia policial, ni de rango superior ni inferior ni mediopensionista. ¡Sólo una vez! Ahora, ¡eso sí!, todos los días, todos, tenemos que ver, y evitar por si las moscas, a grupos de ciclistas, que, generalmente a boca descubierta, vienen en tu dirección con la misma mala leche que un Stuka nazi. A la vez, por si los ciclo-ciclo no son suficiente, hay que sortear a otro puñado de marchadores de diferentes edades, aunque priman los mozalbetes, que andan, charlan y besan, también a boca y nariz descubiertas. Son, como decía la copla, las cosas del querer o, esto lo digo yo, las de la estupidez con medidas de Universo.