Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Sabiduría práctica

19/05/2023

Desde que Nietzsche hiciera su irrupción en el ámbito de la filosofía, y realizara su crítica a la metafísica occidental de corte platónico y cristiano, con la consecuente declaración de la "muerte de Dios", el terreno de la ética se ha visto huérfano de valores absolutos e incondicionados, pues si no hay un fundamento que otorgue permanencia a los valores, la ética se vuelve una ética de situación y ocasional. Las cosas ya no son buenas o malas por sí mismas, sino en función del contexto y de las opciones y preferencias del sujeto, o según las circunstancias aconsejen. Otras éticas de corte emotivista han priorizado las emociones y/o preferencias subjetivas como fuente de las elecciones éticas. Todo ello ha llevado el terreno de la ética al ámbito de las preferencias individuales, de la determinación de los valores por parte del propio sujeto, sin que haya un horizonte metafísico o religioso como inspirador de las conductas y estilos de vida, ni en muchos casos racional.
Correlativamente, el fenómeno de la globalización ha generado flujos de emigración que ha convertido nuestras sociedades noroccidentales en sociedades multiculturales, con afluencia de ciudadanos de múltiples partes del mundo por lo que la homogeneidad cultural ha mutado en pluriculturalidad, con todo lo que ello conlleva de variedad en las dimensiones étnicas, religiosas, tradicionales, etc. La sociedad actual es una sociedad plural, en la que progresivamente ha dejado de haber un monopolio cultural de una determinada concepción moral y religiosa de la vida -monismo cultural-. Las pautas y costumbres, estilos de vida, opciones políticas, formas de convivencia se han diversificado hasta el punto de que el único denominador común de todas ellas es que cada una es diferente a las demás. Desde el punto de vista político, muchos siglos de capitalismo han hecho mella al consagrar la individualidad del sujeto, que en muchos casos ha devenido en individualismo. Todo ello, ha hecho posible la coexistencia de modos de vida que son totalmente opuestos, y nos encontramos con abortistas y sus contrarios, defensores de la ideología de género y sus opuestos, neocapitalistas y anticapitalistas, consumistas compulsivos y ecologistas, de extrema izquierda y de extrema derecha, católicos y laicistas… el elenco de oposiciones es creciente; prácticamente en cualquier tema o cuestión sociopolítica, o económica, religiosa convergen los extremos de manera paralela y opuesta. 
Esto se suma a que vivimos en la sociedad de la información y las redes sociales, con lo que la información y la comunicación dejan de estar monopolizadas por los que tienen un mayor poder económico y la comunicación se democratiza, siendo posible que cada grupo ideológico se pueda asociar con cierta libertad para comunicarse, y pueda así difundir su ideario. Existe una lucha por la prevalencia del relato propio o la ideología, la censura respecto del otro y, sin embargo, la comunicación parece que no tiene puertas que la limite. Existe igualmente una lucha por la verdad y la mentira, en términos de posverdad, ya que la mentira puede llegar a prevalecer, si el discurso poderoso logra imponerse. Y, sin embargo, todas las opciones o corrientes de opinión tienen su parcela comunicativa y altavoz.
A este respecto, el resultado es la instalación en la diferencia. Durante más de un siglo, desde que empezara a hablarse de posmodernidad, el "relato único" o la cosmovisión universal dejó de prevalecer, y se ha ido abriendo paso la posmodernidad como tendencia filosófica y sociocultural. ¿Es bueno o es malo? Yo diría que ni bueno ni malo, sino un signo de los tiempos, y posiblemente irreversible. Habrá grupos que añoren el pasado, pero la diferencia, la diversidad, la pluralidad es un signo de los tiempos y saber convivir con ello es un signo de racionalidad práctica. Saber convivir con los demás no implica compartir los mismos supuestos, ni estar de acuerdo ni total ni parcialmente en visiones de la vida, es más, se puede ser opositor de alguien o de muchos, pero se puede ser socialmente con-viviente de manera razonable. 
A pesar de todas las diferencias que podemos experimentar con nuestros semejantes, uno de los pilares de la convivencia es el derecho. Es quizá uno de los pocos supuestos en los que las mayorías coincidimos: en respetar y acatar las leyes, e incluso las mismas leyes que presentan dificultades de acatamiento moral admiten la posibilidad de la objeción de conciencia. 
Es cuestión de racionalidad práctica, de saber convivir y articular de manera personal la diversidad sociocultural. Ha habido largos período de tiempo en el que se ha buscado el consenso democrático, y éste ha fundado en gran medida nuestra cultura de convivencia, pero hoy por hoy, quizá el único consenso establecido sean las leyes.