José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Pintando Tomelloso

01/06/2021

Tiene esta ciudad una luz de horizontalidades rectilíneas y un trazo urbano radial, como si todo quisiera desembocar siempre en la plaza y en la Posada de los Portales o todos huyeran a la vez en direcciones distintas y desbocadas. 
En Tomelloso su geometría rebosa en horizontal pero al mismo tiempo se afila inesperadamente hacia el cielo, dibujado por las viejas chimeneas de sus alcoholeras. Huida en la llanura infinita y huida que vuela vertical, pintando nubes con estos lápices de ladrillo, horadando el firmamento lento de La Mancha como la chimenea Fábregas, bellísima, que se retuerce alucinada como un puntero helicoidal que señala lo imposible o como taladrando otra galaxia distinta a la que pisamos, aplanados en lo cotidiano. Que se proteja este patrimonio industrial, que se cuiden, se restauren, se iluminen y se expongan en rutas urbanas, habla de un sano orgullo por estos afilados testigos de tantos destilados y espirituosos que han convertido océanos de viñas en embotellados de época. Si los bombos tomelloseros nos hablan de refugio campesino -donde las piedras se van apilando de manera prodigiosa, como un túmulo protector- parece, por el contrario, que en las chimeneas se documentara un quimérico ensueño aéreo por escapar… 
Paseamos sin prisas, y casi sin rumbo, la ciudad del guardia municipal Plinio y de tantos creadores y amigos que uno ha transitado por aquí. Y de pronto, en la glorieta del museo López Torres, noto reconocer ese cruce de calles ajenas a mi lugar habitual: de inmediato el móvil me pone ante una pintura de Antonio López, que es donde estoy, 'Calle de Santa Rita' (óleo sobre tabla, 1961, colección particular). Han pasado sesenta años. Donde se veían personas conversando en medio de una calle de tierra y algún charco, el asfalto deja ahora filas de coches, aparecía una verja verde, ya es otra, sí permanece todavía el mismo edificio de una planta en la esquina con Lepanto, no habitado, y algunas casas, incluso pintadas igual, la luz de la pintura es de poniente y la perspectiva desprende una luminosidad mágica que contradice el fogonazo de esa mañana nuestra.
La pintura, confrontada con la emoción de lo real, viene a ser, como el cine, la fotografía o la literatura, una forma de cotejar con la vida, de documentar el paso de la existencia, que en mi caso fue la imagen escogida para la cubierta del libro Diccionario de Arte del siglo XX en la provincia de Ciudad Real, de 1997, y en ese día había salido a mi reencuentro, pintando otro Tomelloso. Tan distinto al que sufrió la dureza de la primera embestida pandémica y en sus ventanas y balcones ha ido rotulando ‘¡UCI ya! Hospital al 100%’.