José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Enmascaramiento

21/02/2023


Qué carnavalada de semana. Qué mascarada de vida. Qué dificultad saber si el enmascaramiento se produce en estos días fingidos o es el fingimiento la naturaleza de la cotidianeidad. Al punto que no sabemos con certeza si la piel que habitamos es una segunda máscara que se transforma, y a su vez transformamos voluntariamente a lo largo de la vida, o es el tiempo que se hace máscara en nuestro cuerpo. 
¿Quién no ha sentido alguna vez el vértigo del disfraz? El ser otro. ¿Quién no ha sentido la impunidad de la invisibilidad bajo el ropaje del ocultamiento? La imposible transformación en otro. El pasar a no ser el mismo, que es como no ser en absoluto. De ahí su poder disolvente de la identidad y del orden social, y su prohibición en las sociedades tiranizadas. Nadie se conoce tituló Goya uno de sus Caprichos; todo es mentira, falso, una engañifa social, a partir del trastocamiento de identidades y leyes del Carnaval como metáfora de la vida. Ya el arte, desde las más antiguas culturas africanas hasta las vanguardias, ha indagando desde lo formal en este trasunto, como lo han hecho, desde otro punto de vista, los más diversos lenguajes. 
En ese no ser existencial que se produce desde el mismo momento en que nos calamos un antifaz o nos hacemos una rinoplastia para lucir la nariz perfecta, que nos maquillamos con mil afeites de la industria cosmética o alteramos nuestra imagen con peinados/implantes o tatuajes, está la raíz de la profunda metamorfosis que implica el enmascaramiento. Cirlot, en su clarividente Diccionario de símbolos, decía, en la entrada máscara, que "todas las transformaciones tienen algo de profundamente misterioso y vergonzoso a la vez", para equiparar a continuación la máscara con una suerte de crisálida. Es un juego eterno de ocultación/presencia, de jugar a ser otro, que en definitiva pone en cuestión la noción misma de individualidad proyectada en el tiempo, pero un tiempo que es inalcanzable e inasible, contra el que rebotamos continuamente.
En el rito circular y aparentemente orgiástico y pagano del Carnaval, en su condición como hecho cultural antropológico —convertido en otra fecha más en los festejos municipales—, lo que de verdad se produce es una sublimación crítica frente al espejo del autoconocimiento y frente a la sensación de encontrarnos en una especie de abismo, de irracionalidad cambiante, colorista, divertida, tan instantánea y pasajera como frágil.
¿Somos nosotros esas máscaras que cada día se nos van pareciendo más? ¿Necesitaremos la ritualidad del disfraz para no dejar de ser? ¿Hallaremos al fin la identidad transformada, quebrada por el tiempo?