Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


La Tribuna de Ciudad Real (papel) se va hasta…

31/07/2020

Es muy posible, mucho más que posible, que este Yelmo de Mambrino sea el último que, en soporte papel y letra impresa publique un servidor de ustedes, y de mi tierra, en La Tribuna, ya que la situación creada por la pandemia que padecemos, no permite soportar los gastos de poner, día tras día, el periódico en la calle. Seguirá on line una versión de menor volumen, en espera de que con la mejora de la situación global, Dios no permita que sea ad calendas graecas, las cosas, todas, pudiesen retornar a la normalidad de siempre, que, como se ve, se revela como mucho más interesante y estable que la desafortunada nueva normalidad. Así que, como ya saben ustedes, este periódico diario, nacido a finales de 1990 de la necesidad demandada, por la capital y provincia de Ciudad Real, de una prensa diaria más libre de la entonces existente, cierra, con un alto costo laboral para sus cifras, confiando en que el plan de relanzamiento diseñado, allá para el otoño, por la empresa, de sus frutos y permita ir reordenando el tablero sobre el que durante 30 años hemos ido, periodísticamente hablando, jugando la partida de la información. Como fui el director-fundador de La Tribuna, periódico diario que llegaba a nuestras casas de la mano de un grupo empresarial albaceteño que ya tenía experiencia en el mundo de la información escrita, creo mi deber, entre la angustia y los recuerdos de entonces, decir algunas cosas.
El vergonzoso monopolio informativo en nuestra provincias mandase quien mandase en la Diputación, propietaria del otro diario, Lanza, con el que La Tribuna iba a verse obligada a tenérselas tiesas si quería ofrecer otro panorama informativo, llevó al mencionado grupo albaceteño, próximo al mundo agroganadero manchego, a lanzarse a la aventura de echar a andar un diario en, y lo digo con dolor, una de las ciudades y provincias con menos coraje e ímpetu para todo, especialmente para reivindicar lo que nos pertenece o se nos debe como integrantes, todos los que presumimos de mancheguía, de la tambaleante España. La acogida, salvo en el mundo rural, fue moderada y dubitativa. Pero desde el primer día, crítica al servicio de autobuses de la capital que era caro y malo, se vio indubitablemente que íbamos a por todas, lo que nos granjeó, me  granjeó, los primeros enemigos y la primera andanada a mi contrato laboral. Sólo la claridad de mente del presidente del Consejo, Manuel López Vera, me salvó de la cornada de muerte, una de las tres que atesoré, que, en esta ocasión, me llegaba del mundo de la construcción. Luego, años de éxitos informativos de primera línea, como el tema de los 100 millones de pesetas que se volatilizaron en el entorno de la UGT de Ciudad Real, hasta que, ¡éramos demasiado independientes!, el PP, que no podía menos que seguir el rastro de babas del PSOE de Paco Ureña y Manolo Juliá, me apuñaló y logró que me volasen la cabeza como director. O sea, como ven, que palos por todos lados. Hoy, jubilado, gracias al asunto de las pensiones, que, en España al menos, no implantaron ni Pepe Stalin, ni Mao, ni Mu, ni ninguno de esos, Hitler tampoco, veo y sufro porque veo que una negra sombra se cierne sobre la herencia que aquella primitiva redacción de seis miembros, ¡para qué insistir!, en las penurias de los inicios, fuimos dejando a los que nos sustituían en puestos y tareas. Acabo. El COVID habrá tenido la influencia que queramos, -¡ya veremos cómo acaba la Pandorga de este año!-, pero en el problema de ahora de La Tribuna ha tenido algo más que ver, creo, la generosa sobredimensión laboral y la costosa logística implantada; ¡ah! y la pasividad, para todo, de nuestro mundo empresarial y político/mandante, que suele estar más a recibir que a dar y/o colaborar. No creo que haya en Europa un caso igual, ni aparecía de abulia y apatía.