Diego Murillo

CARTA DEL DIRECTOR

Diego Murillo


Sin relevo para una generación perdida

13/02/2023

Es ley de vida. Los negocios tradicionales, apegados a la calle, al susurro de los viandantes, al servicio de los pequeños detalles, mueren lentamente. Es tal el impacto de la venta on line, del repartidor que llama a la puerta con el paquete de las grandes plataformas comerciales, de las marcas de moda de la ropa, que los centros de las ciudades poco a poco se ven asaltadas por las franquicias, tiendas impersonales de souvenirs, de centros tecnológicos y gastronómicos muy distintos a lo de hace décadas. Es una transformación pendiente de ordenar. Las ciudades se ven abocadas con las zonas de bajas emisiones a cerrar la puerta al coche de combustión, a empujar a los ciudadanos a utilizar a medios de transporte más sostenibles, a dar manga ancha a las peatonalizaciones para liberar de CO2 a los corazones de los núcleos urbanos. 
La tecnología, tan reclamada y demandada, está protagonizando un cambio sin precedentes. Más lento de lo que muchos presumían, la era del internet va poco a poco adueñándose de espacios. En unos años, la mayoría de los pueblos estarán conectados, de una u otra forma, al mundo de los datos. Banda ancha, fibra y sino vía satélite. Es la democratización de las oportunidades. En el caso de Ciudad Real, se está corriendo a una velocidad de vértigo por una digitalización universal, efectiva y eficaz para que aquellas zonas rurales no estén más alejadas ya de por sí de los grandes centros urbanos. Es una apuesta necesaria. Sin paliativos ni contestación. Ojalá sirva esta nueva revolución para frenar la tan temida despoblación de aldeas, pueblos y comarcas enteras donde el relevo generacional se esfuma con el paso de los años. 
Pero ese cambio de paradigma de lo nuevo por lo antiguo no solo se da en poblaciones pequeñas. En la capital, en unas semanas, oficios de antaño, cierran por jubilación al no hallar un eslabón que les dé continuidad. No solo ya se oscurecen las calles por aquellas pegatinas de 'Se vende' o 'Se alquila', sino también por el adiós de comerciantes de referencia, de auténticos personajes del día a día que sabían encontrar solución a las necesidades de su sector. Resulta incomprensible cómo tiendas que funcionan de padres a hijos y a nietos, bajen la persiana sin que jóvenes emprendedores retomen el relevo. Aún más, cuando el desempleo juvenil en España avergüenza en Europa, no haya chavales afanosos por coger el testigo de explotaciones ganaderas, agrícolas o simplemente un negocio en la ciudad que simplemente y llanamente funciona sin más. 
Algo se tiene que hacer mal en la familia, en el traspaso de conocimientos y valores, cuando una parte de la sociedad juvenil anda desorientada y apegada curiosamente a la tecnología, como si eso fuera la tabla de salvación para el futuro. O como si las carreras universitarias asegurasen el sustento del mañana cuando empresas de sectores de servicios no encuentran personal de Formación Profesional (FP). No es una cuestión sólo de políticas, de incentivos de empleo, que también, sino hacer ver a nuestros jóvenes que la dignidad laboral está más allá de los influencer, de los éxitos vía exprés o el dinero fácil. Son esos negocios, el pequeño negocio, el de la esquina, el de barrio, del vecino, quien ha sostenido este país durante décadas. Y que, ahora, apaga la luz sin saber si algún día regresarán.