José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Silencio anticipatorio

18/01/2022

El escritor americano Don DeLillo, ya cumplidos los ochenta y cinco, es uno de esos raros intelectuales de este convulso tiempo nuestro a quien se le entiende todo desde la primera línea. Sus novelas revelan, con un estilo directo —no exento de cierta elegancia, algo distante en apariencia pero siempre certera— las alienaciones varias del hombre contemporáneo y las herrumbres cotidianas que transitan entre el poder, las ideologías y las otras tiranías cotidianas, sean las del dinero, el sexo y, como en su última entrega (El silencio, Seix Barral), las amenazas tecnológicas.

Solo necesitó el neoyorquino 110 páginas, en la traducción española de su relato, para facturar un texto que, escrito antes de la pandemia, parecía predecir muchos de los signos que miden el presente. Sus cinco personajes que se disponían a ver por televisión la final de la Super Bowl de 2022, en un apartamento de Manhattan, se ven cercados por un apagón digital, presos de un fundido a negro que, por un instante, me recuerdan a los burgueses de El Ángel Exterminador, de Buñuel: estos atrapados por sus miserias y mezquindades sin poder cruzar las barreras invisibles de la mansión, los de Don DeLillo sí pueden salir pero para deambular hacia ninguna parte.

Parabólico, involuntariamente preapocalíptico, este silencio es el que ocurre cuando se han vaciado todas las pantallas del mundo ("¿Acaso hay un grupo selecto de personas provista de una especie de teléfono implantado en el cuerpo?", se pregunta uno de sus personajes) y se ha vaciado también la dimensión moral de la sociedad, que parece acorralada por "una especie de colapso natural o intrusión externa". Seres atónitos pero no desesperados, ante la pantalla televisiva que en ningún momento ofrece la desbordante publicidad que siempre envuelve la fiesta nacional del fútbol americano, y que incluso recitan anunciantes como raros autómatas, en una siniestra voz en off sobre las pantallas y los móviles muertos.

No es un silencio más, cualquier silencio. Le antecede el artículo determinado. Es el único silencio posible y definitivo. El silencio, escribe, que sucede al recuerdo todavía fresco de "el virus, la plaga, el desfilar por los terminales de aeropuertos, las mascarillas, las calles de las ciudades vacías". Como si un DeLillo anticipatorio y lúcido estuviera contándonos la pesadilla pandémica antes de sufrirla, trazando lo que viene después de la peste de Albert Camus, cuando somos más y más avanzados, y más y más vulnerables, pero necesitamos recordarnos a nosotros mismos que seguimos estando vivos, a pesar de todas las pantallas que nos pongamos, nos pongan, frente a los ojos y ¿contra la mente?