José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Amigas librerías

21/06/2022

Si el libro es un objeto de arte perfecto y maravilloso —aunque invasivo y adictivo—, y las bibliotecas su fortaleza donde guarecerse y expandirse, las librerías son la pasarela escénica, donde el editor celebra, con la complicidad del librero, su puesta de largo, a la búsqueda incandescente del lector, luciendo sus cuidadas y llamativas cubiertas, intoxicándonos así dulcemente con el olor a tinta reciente que alimenta nada más entrar, como el obrador de una pastelería.
Almud ha editado Librerías de Castilla-La Mancha. Ayer y hoy, de varios autores, y nos lleva hacia una geografía sentimental propia. Desde la foto de portada: la desaparecida (1953-2008) librería Aspa, en la plaza Mayor de mi ciudad, otra víctima más de la piqueta cuando debería haber recibido algún tipo de protección. Con su fachada de mármoles art decó, la elegantísima tipografía de su nombre, el espacio breve con techos altos («librería de bolsillo», dice Pepe Rivero, autor de dicha foto, en su exhaustivo y riguroso texto sobre las librerías de la capital, contextualizando a su vez orígenes, bibliotecas y clasificación por etapas), Aspa fue la primera que pisé, de la mano de mi madre, allí había trabajado de dependienta mi tía Isabel y siempre era más factible algún pequeño descuento al comprar las cosas para la escuela.
Librerías que han evolucionado al compás de la biografía urbana y nuestra. Rivero relata tiendas últimas que pasaron de su corta existencia a un largo olvido, pero también sacudiéndonos la memoria anterior. Así caigo en que desde casa hasta el colegio Hermano Gárate, en la calle Ramírez de Arellano —otra resonancia libresca—, pasaba de niño cuatro veces al día delante de hasta cinco papelerías-librerías: Calatrava (como un galpón viejo), Minerva enfrente, Vivar en la esquina con Toledo, Casa Ruiz-Morote (también óptica, en María Cristina, con escaparates en Cruz que me hacían pegar la nariz al cristal, embelesado), Lérida en General Aguilera (mi primer diccionario, Everest, bonitas estilográficas en el escaparate y seguramente un busto del Quijote o de Cervantes), Torregrosa en el Pilar (junto a la verja todavía existente del Banco de España donde colgaban las carteleras del cine). Desde 1976, dos librerías renovadoras y comprometidas con las nuevas libertades fueron Tartessos y Oretum, fundamentales en el ecosistema cultural de la Transición. La religiosa Manantial cuidó su sección infantil. Hoy, entre alguna otra que no cabe, busquen refugio en los anchos espacios de Litec, en escena desde 1985, la más centrada exclusivamente en el libro; en Ruiz-Morote, fundada a mediados del XIX, la única histórica en activo, en calle Libertad (el mismo espacio donde estaba la rotativa del diario Lanza: flota el espíritu del papel), con Paco Esteban Ruiz-Morote al frente, su cuarta generación; en Serendipia, doblada en editorial; en Espacio ZZ… Libros, la piel que acariciamos.