Pocos políticos tienen ideas felices en forma de frases lapidarias. Tal vez haya habido en la historia sólo un puñado de dirigentes que realmente inventaron las sentencias por las que han pasado a los anales de la vida pública: Churchill y su "sangre, sudor y lágrimas", Andreotti y su célebre "no desgasta el poder, lo que desgasta es no tenerlo", y mucho más de actualidad en nuestro país aquella de Kennedy tan recordada: "puedes engañar a todos algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". Éstos sí que inventaron sus lapidarios eslóganes, porque fueron mandatarios de una época distinta, con un grado de preparación y talento que se echa en falta en el actual gobierno del mundo. Ellos no tuvieron la figura del asesor pegado a la oreja del líder, el que te susurra lo que debes decir en oraciones ya cocinadas, si puede ser bastante elípticas y breves, sujeto-verbo-predicado, o incluso sin predicado a poder ser. Predicar sin predicado, epítome de la política contemporánea.

A fuerza de repetirse en ruedas de prensa, comparecencias e intervenciones en la tribuna, una coletilla pasa a ser familiar para el gran público. No hay hogar en España que no haya escuchado a la hora de comer y de cenar decenas de veces que ahora se apuesta por la convivencia y el diálogo. Antes todo era distinto, el que mandaba utilizaba el poder para enfrentar a los españoles de un lado del Ebro y los del otro y se negaba a dialogar con nadie. Soraya fue a Barcelona a hacerse una foto, y Mariano recibió a Puigdemont sólo para regalarle aquél ejemplar del Quijote que de tan poco le ha servido, si acaso para no entender en los siete años que han pasado la metáfora que su anfitrión le había lanzado como indirecta. Pero allí diálogo no hubo. Esta semana, la palabra convivencia, edificada como justificación de una vergonzante legislatura, ha girado hacia otra recomendada por el asesor de turno: generosidad. Ningún presidente anterior fue generoso. Y desde hace dos meses no parábamos de escuchar otro zapato a medida de presidente y ministros: Feijóo ha hecho perder el tiempo a los españoles, lo que de propina supone un pellizco de monja al Jefe del Estado y además se cae por su propio peso ahora que los tiempos para la investidura se van a alargar a la conveniencia particular del candidato. Detrás de todos esos modos de expresión está el asesor invisible.

Pero el asesor no sólo te cocina una buena frase, sino que te dice en qué errores no debes caer, las palabras que no debes mencionar. De esto también sabemos ahora un rato, porque la amnistía es un término tabú que el gobierno evita como si fuera la peste. Donde haya un líder disciplinado, no habrá error de su cerebro en la sombra.