Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Canícula

30/06/2025

La gente que conozco, cuando llega esta época estival, nos dividimos en dos grupo. Los que nos gusta el verano y los que odian esta estación. Para no llamarnos apocalípticos e integrados, que decía Umberto Eco sobre las posturas a favor o en contra de la cultura de masas, he bajado al asfalto y lo he dividido en tuareg o pingüinos. Los primeros somos los que nos gusta el agua del mar o la piscina caliente, los que aguantamos al sol un rato y bajo la sombra, a 40 grados, no nos quejamos doscientas veces con la misma letanía: «¡No hay quien aguante este calor!». 
A mi amiga Jenara (del latín enero), que cada mañana entra soplando, o bufando, «uf, que caló», le digo: «A ver Jenara, estamos en verano, si hiciera frío te estarías quejando más, dirías como en aquel poema de Hierro sobre los andaluces ozú qué frío». A media mañana, ya doblegada, suele hablar de un viaje al norte que casi nunca hace. 
Fue una vez a San Sebastián, y al margen de la indiscutible belleza de la ciudad, se quejó mucho de que apenas pudo bañarse en tan hermosa playa. Cuando no llovía, y de tonto parece mojarse uno cuando está mojado, llegaba una helada, y a poco que entrara en las olas sentía un renacer del reuma que le jodía los huesos y también por ello se quejaba.
A mi amigo inglés Coldin los mofletes se le ponen colorados en verano, en invierno y cuando se pone bien de vino. Vamos que los tiene siempre. Como es gordete le llamo Baco. Le gusta tanto el vino que, aunque esté pigkao, se bebe la botella. Intento convencerle de que sus calores son por el gran reserva, pero no me hace caso. 
Se fue un agosto a Escocia y se vino a la semana añorando este sol que tanto odia. Como aprendió el español en Sudamérica dice mucho que suda como un pollo/cerdo, o que le va a dar un jamacuco, palabra que en sus labios parece japonesa. 
Así se me va pasando el verano, en estas discusiones entre tuareg y pingüinos. Yo amo el verano, sobre todo al crepúsculo, cuando el cielo se vuelve verde azul, y mientras palidece hasta la oscuridad, los gorriones revolotean y caen en picado para llevarse en sus picos un poco de agua de la piscina. 

ARCHIVADO EN: San Sebastián, Escocia