En estos días previos a la inauguración comercial y presentación del Polígono Oretania, prevista para celebrarse el jueves de esta semana, y aprovechando los momentos de balance del ecuador de la legislatura municipal que realizan el PP y demás miembros de los grupos municipales —donde el único, por cierto, que puede sacar pecho es el alcalde, puesto que Chamorro se fue del gobierno y los otros portavoces representan el pasado reciente de los últimos ocho años—, me gustaría poner esta semana el foco precisamente en la Carretera de Carrión, con motivo de la presentación del polígono y al hilo de la nueva rotonda de acceso a la ciudad.
La Carretera de Carrión se ha convertido en la vía principal de acceso a la ciudad desde las áreas comerciales e industriales, al ser la conexión con los tres polígonos construidos a lo largo del tiempo y que se ubican a un lado y otro de la carretera: el actual que se está construyendo, el polígono conocido como del AVE o Polígono Industrial Avanzado, y las viejas naves comerciales de ambos márgenes de la carretera, construidas en los últimos cincuenta años.
Pues bien, desde la nueva rotonda de acceso a la capital, construida en la Carretera de Carrión para la conexión con el último de los polígonos aún en construcción, hasta la rotonda del puente del AVE, con la Avenida de los Descubrimientos y la Avenida de Europa, la distancia —para ser exactos— es de 2.000 metros, y posiblemente sean los más caóticos que tiene la ciudad desde hace muchos años. Tantos, que ya pedí su ordenación desde estas páginas en enero de 2018, y que se incluyera en el PowerPoint del plan de modernización anterior, sin éxito. Espero que en los nuevos planes de modernización que se están estudiando —y donde el alcalde dice que serán algo más que un simple asfaltado— se tenga en cuenta la necesaria ordenación de esta parte de la ciudad.
Comprendo que se vuelve a chocar administrativamente, desde el Ayuntamiento, una vez más, con uno de los viejos problemas para la ordenación de las vías de entrada a la ciudad: el hecho de que, siendo unas vías de uso urbano cien por cien, pertenecen al Ministerio de Fomento o a la Junta de Comunidades, por tratarse de carreteras nacionales o regionales, al igual que sucede con la ronda de circunvalación y otras vías de acceso. Pero este hecho no debe servir de excusa para mantenerlas en las condiciones de abandono en que se encuentran. Al revés, debería ser una fortaleza para exigir precisamente con más contundencia su ordenación.
La Carretera de Carrión, desde la rotonda del puente del AVE con la Avenida de Europa y la Avenida de los Descubrimientos hasta el último intento de rotonda al finalizar la zona urbana de la ciudad —que se quedó en una minirotonda antes del puente de la autovía—, y desde ahí hasta la nueva rotonda construida del Polígono Oretania, presenta toda una actividad comercial e industrial que se desarrolla en ambos márgenes de la carretera en un desorden de tráfico rodado, aparcamiento de vehículos, alineaciones, acerados, zonas verdes, giros a izquierda y derecha, comunicación por las vías de servicio, etc.
Igualmente, la falta de permeabilidad y homogeneidad entre la zona comercial —a ambos lados de la carretera— y el resto del Polígono del AVE, que se sitúa detrás, hace que una zona parezca decadente al lado de la otra, cuando en realidad es una sola zona comercial de la ciudad. Tal parece la decadencia de las empresas situadas en la carretera, la más antigua de la capital, que su actual estado de abandono, con naves en ruina, maleza, suciedad, arcenes de medio metro de altura, vías de servicio carentes de ordenación urbanística, sin planificación del tráfico y donde la mayor parte del espacio se ha convertido en exposición callejera de vehículos de ocasión, debe de estar perjudicando la actividad comercial de las empresas que se ubican allí.
En una propuesta, realizada también desde estas páginas al anterior gobierno municipal, la solución puede estar en la construcción de un "bulevar" dedicado al comercio, en lo que son esos dos mil metros entre rotondas de la actual carretera, que permita la comunicación entre ambas zonas, con una avenida ancha, de escaparate para múltiples actividades, zonas verdes, arbolado, grandes acerados, espacios ordenados para la circulación de los vehículos, una iluminación adecuada, mobiliario urbano diseñado para el comercio (que permita la comunicación estática y dinámica) propio de un área comercial, y que cuente con los elementos necesarios e imprescindibles para reactivar lo que hoy es una zona decadente para el comercio.
Todo ello sin olvidar la oportunidad de conectar el bulevar propuesto con el actual Polígono del AVE y el nuevo polígono industrial al otro lado de la autovía, consiguiendo de esta forma crear un área comercial de medianas superficies y de carácter minorista que, en definitiva, es lo que tiene la ciudad en estos momentos, a falta de expectativas de creación de empresas, y lo que necesitará para trasladar el desubicado Polígono de Larache a esta zona comercial de la ciudad creada en el Polígono Oretania, y suprimir las actuales naves industriales existentes entre la zona hospitalaria y los juzgados de la capital.
Como la economía es fundamental para hacer unas obras tan ambiciosas, aprovecho para recordar también la fórmula propuesta en su momento para abordar un proyecto de estas características. De esta ordenación resultan beneficiados especialmente los propietarios de los activos inmobiliarios y los titulares de las actividades comerciales, por dos grandes y poderosas razones: para los primeros, por el incremento del valor de sus activos y de las rentas que perciben en caso de que no los exploten directamente; para los segundos —los titulares de la actividad económica—, por el aumento del tráfico comercial.
Pues bien, en este caso concreto, el recurso económico para acometer la reordenación debe proceder, en una parte, de quienes obtienen el beneficio directo de la obra a realizar. Si existe un equilibrio entre el proyecto, la aportación de las administraciones interesadas y el importe de las contribuciones especiales —en metálico o en especies—, todos ganan. Sobre todo, la ciudad.
Viejas recetas: planificar la ciudad, poner a los técnicos a trabajar, plasmar las ideas en documentos, presentarlo a los propietarios y tener la ambición de ejecutarlo para beneficio de todos. La contribución especial es un tributo municipal cuyo hecho imponible es la obtención del aumento de valor de los bienes de los particulares y del beneficio que se obtiene por la realización de la obra pública. Parece lógico.