Ramón Horcajada

Edeumonía

Ramón Horcajada


Cansancio

14/07/2023

En pleno periodo estival, se me antoja oportuna una pequeña reflexión en torno a un tema del que hablamos mal y poco. Me refiero al tema del cansancio. Algunos ya de vacaciones y otros a punto de disfrutarlas, repetimos hasta la saciedad la necesidad de descanso que cada uno tiene, pero paramos poco en lo previo al descanso: el cansancio. Hay momentos en la vida en los que el cansancio, a veces lo llamamos agotamiento, deja a uno sin fuerzas. El deseo incluso de las merecidas vacaciones puede generar una ansiedad que es mala compañera de camino cuando el cansancio es profundo.
Tras unos días de reflexión, he llegado a la conclusión de que el cansancio nos configura, en él podemos descubrir lo que somos y de qué somos capaces. Puede convertirse en escenario privilegiado donde percibir desde nuestras justificaciones más miserables a las auténticas razones que nos hemos dado para valorar lo que merece la pena. El cansancio nos narra, nos dice quiénes somos de verdad ya que, como me enseñó Aristóteles hace muchos años, somos lo que hacemos, no lo que pensamos.
En este sentido, ha sido Peter Handke, premio Nobel de literatura, quien más me ha hecho pensar en este tema a través de su Ensayo sobre el cansancio (autor que, por cierto, me ha llevado a extremos insospechados de agotamiento y eso hay veces que hay que agradecerlo). 
Para el autor austriaco hay cansancios que son buenos y otros que no lo son tanto. O mejor, hay cansancios malos, terribles. Pero sea como sea, en cualquiera de sus variedades, el cansancio es duro porque siempre puede dejar un cierto olor a carroña, incluso en esos cansancios que llamamos buenos, de esos por los que algo valió la pena. El peligro de ese olor a carroña es que puede nublar la vista y no dejar percibir la grandeza de lo realizado. Ese olor a carroña es lo que hace que el artista no acabe de valorar la belleza de su obra, que el padre y la madre acaben dudando de las exigencias que conlleva educar y hacer crecer a una persona, que no acabemos de ver en algunos instantes de la vida el sentido de tantos y tantos esfuerzos y de tantas renuncias en nuestras pequeñas biografías. El cansancio después de un largo viaje, el cansancio tras el amor, el cansancio tras la entrega equivocada por olvidarse de sí mismo en el otro, cansancio por falta de amor a sí mismo, cansancio por idolatría de lo humano en muchos extremos etc. Pero la gran diferencia con lo que es el cansancio malo es que en éste sólo queda carroña. Como sugiere Handke, en este cansancio malo no hay ni siquiera sensación de cansancio. Y quien no siente cansancio es perjudicial, no ya para sí mismo, que también, es que es perjudicial para los demás. Si se piensa detenidamente, todo aquello que conlleva una actividad imparable es implacable y mortal, como los totalitarismos y las dictaduras. Y en nuestras sociedades tenemos muchas, por ejemplo nuestros políticos.
 Saber vivir el cansancio, darle cabida, respirar bien en él es algo difícil para el ser humano de hoy. Hay que saber ser en el cansancio y el tiempo de parada es tiempo fortalecedor y fortalecido, dice Handke, no es tiempo que se pierde. Se trata de un cansancio creador. Cuando se sabe qué hacer con el cansancio, se convierte en un dar y un comenzar, un dar comienzo. El cansancio enseña. Y el cansancio quiere ser compartido.
El cansancio de nuestra sociedad es un cansancio que se vive a solas, que aísla y divide. Y cuando se quiere vivir unidos, lo vivimos de forma neurótica llevando todo al límite. Este cansancio atormenta porque incapacita para mirar y para saber expresar. Es un cansancio terrible del otro que quema la capacidad de todo posible encuentro. El auténtico cansancio, dice Handke, abre al otro, abre al 'entre' porque el yo se aminora. El cansancio del yo aislado es un cansancio que aniquila el mundo. El buen cansancio no se regodea en la identidad, sino que deja ser al mundo y al otro, las cosas brillan en él y no hay dominación, hay 'dejar ser'. En el cansancio auténtico, yo no estoy cansado de ti, sino que 'te estoy cansado'. 
El Sabbat realmente es el día de lo inutilizable, creado por Dios como el día de cansancio verdadero, como un 'entre-tiempo' de cordialidad, como un intervalo. Y así debemos vivir el descanso. Seamos gentes del buen cansancio. Me voy a descansar porque estoy cansado, muy cansado. Y así se lo deseo a los lectores también. Descansen y analicen por qué se cansaron. Reparen fuerzas, curen heridas y recuperen fuerzas. Yo voy a hacerlo. ¿Saben por qué? Porque me echo de menos.

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