El sector de la producción de la leche vaca atraviesa por una coyuntura favorable en lo que a precios se refiere, con un incremento de los mismos que se espera pueda seguir en los próximos meses de otoño-invierno ante los menores rendimientos de los animales en verano. Los precios de la leche, según los datos manejados por el sector, se han incrementado en dos céntimos desde el mes de junio hasta una media de 0,51 euros por litro. Estos precios siguen por debajo de la media comunitaria, que supera los 0,53 euros, aunque en España hay algunos costes inferiores a los existentes en otros países de la Unión Europea. Las previsiones de subidas se mantienen para lo que queda del verano, tanto por la reducción en el número de animales como por una menor oferta derivada también de los fuertes calores del verano, en unas negociaciones que ese mantiene abiertas en Galicia hasta el próximo 31 de julio, pero que marcan el camino a los contratos en el resto del país.
En la actualidad, por un lado hay una menor oferta en el campo. Las elevadas temperaturas que se mantienen desde antes de la primavera han tenido un efecto negativo sobre las explotaciones, con un recorte de la producción del 1,9% desde marzo y que se estima va a seguir a corto plazo. Esta circunstancia se suma a los efectos derivados de los descensos de los censos. Este ajuste de la producción de leche en España se repite en otros países comunitarios como Alemania, Países Bajos, Francia o Irlanda, desplazándose en este momento las producciones a otros países comunitarios del este, como Polonia.
En el comportamiento positivo de los precios de la leche ha jugado igualmente un papel clave el incremento de los precios de la carne en vacuno, especialmente por las exportaciones. Ello ha dado lugar en los últimos tiempos a que muchas explotaciones de orientación lechera se hayan pasado a la producción de carne, con lo que ello supone de reducir la oferta de leche y sus efectos en positivo para sus cotizaciones.
El incremento de los precios de la carne en vacuno, especialmente por las exportaciones, ha supuesto un balón de oxígeno para las explotaciones de leche con la venta tanto de terneros como de las propias vacas viejas. Ello ha supuesto también que explotaciones de leche hayan pasado a la producción solo de carne, actualmente con mayor rentabilidad. Pero con estos movimientos se ha producido un ajuste en la oferta de leche que, en teoría, debería tener efectos en positivo para los precios. La carne ganó la batalla a la leche.
Por los precios bajos, escasa rentabilidad y falta de relevo generacional, en los últimos años, el sector ha sufrido una importante reducción de las explotaciones de vacuno con aptitud láctea, que han pasado de 14.000 granjas a menos de 9.000; además se ha producido un recorte del censo de animales en producción desde casi 900.000 a menos de 750.000 cabezas, aunque se han incrementado los rendimientos por vaca desde unas medias en el entorno de los 7.000 litros hasta superar los 9.000.
Datos manejados por la Organización de Productores Agaprol señalan que la producción de leche en 2025 será la más baja de los últimos años, con solo 7,38 millones de toneladas, frente a los 7,5 millones de toneladas de 2021 y los nueve millones a que se llegaron a producir en la década anterior. Los aumentos de los rendimientos por cabeza debido a las mejoras genéticas y la alimentación no han sido suficientes para un aumento importante de la oferta. En este contexto hay que tener en cuenta el impacto por su volumen y precios de las importaciones, tanto de leche líquida, como de otros productos derivados como quesos, mantequilla, etc. desde otros países comunitarios que llegan al mercado español como productos excedentarios a precios más bajos con efecto negativo sobre la industria y, a la postre, sobre los ganaderos.
Para Rosario Arredondo, ganadera cántabra de COAG, que lleva la explotación de más de un centenar de animales junto a su hija, las cotizaciones cubren muy justos los costes de producción para la alimentación, pero no otros que conlleva el mantenimiento de la explotación, por lo que supone casi trabajar a pérdidas y propiciar los abandonos.
Actividad envejecida.
Por el incremento de costes, desde el sector productor se reclaman apoyos fiscales y otras vías para evitar la descapitalización de la actividad y que cada año cierre el 6% de las explotaciones. Esta realidad trae efectos negativos no solo para el sector, sino también para el abandono del territorio.
La falta de expectativas hace que el vacuno de leche sea una actividad envejecida donde casi el 40% de los activos supera los 65 años, mientras es muy reducido el número de nuevas incorporaciones, en su mayor parte como continuidad de la explotación. El crecimiento para compensar los abandonos de los ganaderos solo viene protagonizado por la instalación de docenas de macrogranjas en manos de grandes grupos industriales.
Por el contrario, no ha funcionado el relevo generacional por la fuerte exigencia de la actividad para con los titulares de las granjas, con el consiguiente efecto de cierre de explotaciones. Tampoco han servido otros mecanismos, como la contratación de trabajadores a tiempo parcial, para fines de semana o festivos con el fin de apoyar a los ganaderos para disponer de días libres.
Al margen de la baja rentabilidad de la actividad, el sector se enfrenta a la fuerte dependencia que supone esta actividad ganadera, un trabajo de 365 días al año. A pesar de esta fuerte exigencia, los ganaderos son reacios a dejar en manos de otras personas ajenas a la explotación el desarrollo de su actividad, aunque siempre está la posibilidad de relevos puntuales apoyados por la Administración para días festivos o para fines de semana.