Los hijos de la ruina

Christian S. de la Blanca
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Tres canteranos del Valencia salen al rescate de un club sumido en una grave crisis deportiva e institucional

Los hijos de la ruina

Toda obra venida abajo inicia su reconstrucción por los pilares maestros. Son ese tipo de estructuras las que sostienen el peso de cualquier edificación. Son lo que un contrapeso a una pila de libros, lo que un dique al agua o lo que una cantera a cualquier equipo de fútbol. Mestalla está siendo testigo de ello: tres chavales han emergido entre la desolación para sacar las castañas del fuego cuando el fantasma del descenso merodea sobre el Valencia. Ellos son los hijos de la ruina.

Javi Guerra conduce el balón en la zona de tres cuartos. Corre el minuto 93 y el conjunto 'che' empata ante el Valladolid, rival directo por la salvación, en casa. El partido ni tiene explicación, ya que el juego del cuadro de Rubén Baraja no debería haber dado, siquiera, para igualar el marcador. Pero, después de las Fallas, la capital del Turia vivió una nueva 'nit del fog' cuando Guerra enchufó un inapelable disparo desde la frontal, con su pierna menos buena, imposible de detener para Jordi Masip. El balón besó las redes y Mestalla estalló.

Mientras el goleador por sorpresa se asentaba en el once, un compañero suyo en el Valencia B fue apareciendo paulatinamente en los onces de Baraja. Sin hacer ruido, sin tirar la puerta de una embestida como Guerra, pero Diego López se fue haciendo un sitio en la banda derecha del combinado 'che'. Su trabajo e insistencia tuvieron su recompensa cuando, en la visita a Mestalla del Real Madrid, el canterano fue la luz que iluminó la senda del triunfo con el solitario 1-0 con el que se cerró un encuentro que certificó seis puntos de los seis últimos para el combinado levantino. 

Los hijos de la ruinaLos hijos de la ruinaEn el mismo partido, Alberto Marí reflotó una naviera que enfilaba un camino ya conocido para todos los aficionados del conjunto levantino: el de merecer más de lo que al final acaban sacando de un choque. También en Vigo, el Celta había contrarrestado el tanto de Kluivert en una segunda parte en la que el bloque del murciélago había acosado sin éxito.

Fue entonces cuando saltó al campo Marí. Había debutado como jugador de la primera plantilla hacía varias semanas, en la primera victoria fuera de casa de su equipo ante el Elche. Tuvo una nueva oportunidad días después contra el Villarreal, esta vez ante su público. Con 1-1 en el marcador, el ariete se quedó solo ante Pepe Reina y resolvió la situación como si no tuviera 21 años: picando el balón por encima de un portero que lo ganó todo con la selección española. Sin embargo, la acción quedó anulada por fuera de juego cuando Mestalla había enloquecido con otro gol postrero que sabía a tres puntos.

Si algo tiene el fútbol, es que casi siempre concede posibilidad de redención, y a Marí no le fue esquivo. Baraja volvió a confiar en él contra el Celta y le dio entrada sustituyendo a Javi Guerra. Ocho minutos tardó el destino en devolverle la moneda, pero esta vez de cara. Cuando el partido ya tocaba su fin, al borde del 90, Dimitri Foulquier colocó el mejor centro de su vida. En el corazón del área, donde habitan los depredadores del gol, donde se agigantan a los defensores contrarios y donde sacan a relucir su capacidad a la hora de sintetizar jugadas, de ahí emergió el canterano para, con un buen remate de cabeza, darle tres puntos vitales a un Valencia que respiró con un triunfo de seis puntos.

Los hijos de la ruina
Los hijos de la ruina - Foto: Kai FORSTERLING
Javi Guerra, Diego López y Alberto Marí. Tres canteranos que han surgido cuando la entidad más lo necesitaba, cuando la herida más grande era. Pasó parecido con el Barcelona inicial de Pep Guardiola, con SergioBusquets y Pedrito, con el Manchester United más pobre, con Marcus Rashford, con el Chelsea más venido a menos, con Mason Mount. Da igual lo negativa que sea la situación, los canteranos siempre son y serán hijos de una ruina que están llamados a reconstruir.