Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Vengo a hablar de mi libro

05/05/2023

Pues sí. Toca ya esta semana. Lleva un par de ellas ya dando tumbos por muchas tierras (lo de vender un libro tiene más sudores que el escribirlo) y por fin recalamos ya la próxima, 'La Española' y yo, en la propia, o sea en Guadalajara y en su Feria del Libro de la Concordia donde estaremos el día 13, sábado, para presentar, firmar, hacer entrevistas y, sobre todo, charlas con el paisanaje lector. Están también en proceso visitas a Toledo y a Cuenca. De Cuenca es uno de sus protagonistas destacados, Alonso de Ojeda, cuya imagen, recreada por los pinceles del gran Augusto Ferrer Dalmau, ilumina su portada y su contra, en su desembarco en la Bahía del Calamar, hoy Cartagena de Indias (Colombia).
Echaré, como les adelantaba el día entero, invitado por la librería Lúa a su stand, y comenzaré de buena mañana, el Ayuntamiento me ha puesto hora a las 11, mejor porque hará todavía algún fresquete, para la presentación de la novela en la carpa a la que invito a todos cuantos quieran acudir y donde me acompañará mi buen amigo Antonio Herraiz
Les adelanto por aquí que 'La Española', que llevaba incubando en la cabeza desde que hace ahora 25 años, desembarqué con Miguel de la Quadra en Macuro (Golfo de Paria, desembocadura del Orinoco, Venezuela) el primer lugar en que el Almirante Colón había tocado por vez primera tierra firme continental cinco siglos atrás, 1498.
'La Española' es una novela coral, un retablo de aquellos años, a caballo entre los siglos XV y XVI, en los que en una isla así bautizada por nosotros del mar Caribe, se gestó el mayor de los imperios.
La Española (hoy Santo Domingo y Haití) fue el principio de todo en América. El primer puerto de arribada y partida, con cruce con la muerte hacia la gloria y el oro; la primera ciudad, la primera calle empedrada donde pasearon las damas y la primera virreina, la primera catedral. En ella sucedió la primera batalla, convivieron los primeros caballos y los perros soldados; se erigieron los primeros héroes, los primeros rebeldes y los primeros enfrentamientos fratricidas, tan españoles. Se dieron los primeros defensores, con la reina Isabel a la cabeza, de los indios y los primeros mestizos que marcarían el futuro y la seña de identidad de la América Hispana.
La novela La Española es la crónica de quienes son historia del mundo. Los Colón, el piloto Juan de la Cosa y su gran amigo el bravo capitán Ojeda, los Niños y los Pinzones, Ponce de León, Bartolomé de las Casas, Ovando, Vasco Núñez de Balboa, su verdugo Pedrarias, De las Casas, Vespucio y también Guancanagari y Caonobo y la bella y trágica Anacaona. Con Cortés, con Pizarro, con Alvarado para emprender las más grandes conquistas. También de los grumetes Trifoncillo y Alonso, del locuaz tabernero Escabeche, de su mujer la india Triana y de los perros Becerrillo y Leoncico.
Puede imaginarse a todos ellos, sin faltar a la verdad, dándose cita en un mismo instante y lugar, en un mismo desembarco, espada en mano en la batalla o bebiendo vino de la misma jarra con sus diferentes y, a veces, encontradas personalidades. Sus sueños, ambiciones, hazañas, virtudes y maldades, sus peripecias y desgracias, que los llevaron ora a la gloria ora a la muerte y no pocas veces a ambas.
Como tengo por costumbre, no puede faltar un personaje alcarreño y por esta, amén del conquense Ojeda, con papel estelar, reaparece, aquí más joven, un grumetillo, que no es otro que el Trifón que aparecía en 'Cabeza de Vaca' guiando los primeros pasos en las Américas de Alvar Núñez. Pero me he encontrado otro más, el gran piloto de los mares antillanos y quien señaló y convirtió en referencia para navegantes, la "Corriente del Golfo", primordial para la vuelta a España de las naos. Pues bien, era un tal Antón de Alaminos, y sabrán ustedes que las gentes se ponían como nombre y señal, el de su pueblo para así dar fe de procedencia y raíz. Y Alaminos está en nuestra alcarria alta allá entre Mandayona y Masegoso, y sigue oliendo a espliego, aunque ahora se le llame lavanda y este cultivado. Que luego de chaval fuera para el marinero Moguer y allí aprendiera de la mar, pues sí, pero que no olvido donde había nacido, eso parece que también.
Acabo y declaro, que esta es también una novela muy vivida, pues durante muchos años, los primeros siete con de la Quadra Salcedo como guía y maestro y luego en otras tantas expediciones por mi cuenta, caminé por los lugares que describo, colgué mi chinchorro donde sus protagonistas se echaron a descansar un rato. Me perdí por las mismas selvas, navegué sus mares y subí por sus ríos donde buscaron el oro y guardé para siempre la emoción, el recuerdo, los olores, sabores y sonidos de la Isabela, Fuerte Ozama, el Paso de los Hidalgos y el Yaque, la desembocadura del inmenso Orinoco y el revuelto Chagres, la Bahía del Calamar, las ruinas de Panamá la Vieja, el rugir de un huracán en Isla Colón y tantas voces y ecos del pasado que espero hayan logrado impregnar en mi relato. He tardado 'un poco' en contarlo. Pero, al fin, aquí está. Ahora queda en manos del lector el veredicto final.