Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Galimatías

22/01/2024

Cuando el lenguaje se complica y no se entiende lo que se dice, sin sentido, embrollado, se dice que es un galimatías. A veces, es algo común porque quien lo expresa no sabe cómo hacerlo mejor; y a veces, es intencionado, cuando les interesa que genere confusión o que esa frase tenga impropiedad.
Lo cierto es que es una palabra bonita en su grafía y fea en su definición. Y tanto lo es, que se suma a lo que ahora mismo expresa nuestra política actual. Cuando escuchas a los líderes de cada partido, o tal vez, a los portavoces, es fácil comprobar cómo su lenguaje es un galimatías total, al no entender nada o casi nada, de lo que transmiten al ciudadano.
Ahora bien, en estos casos o por lo menos en su mayoría, hay intencionalidad, porque no hay mucho importante qué decir o interesa más el desprestigio del oponente que el valor de las ideas a contextualizar, por tanto, pasamos de un galimatías a otro, con cierta facilidad y asiduidad.
Si nos metemos en historia, para buscar el origen de este término, nos lleva un tal Galli Mathías, o más bien, un tal Matías de Galia, señor que escribía textos en latín mezclados con el lenguaje celta y que nadie era capaz de entender. Luego, sin acritud pero con deseo curioso, los términos derivados pueden inducirnos a aspectos anecdóticos, tales como el significado de galino, ese gallo que le faltan plumas en la cola –metáfora al uso para el buen entendedor-, o gullo, metal dúctil y maleable que se resiste a la corrosión –nueva metáfora a intuir-; por eso entrar en esa definición de lenguaje oscuro es como entrar en esos dimes y diretes de pasillo, en las Cortes –recordar el significado popular de cortes- o tal vez, seguir pensando que no hay más que galimatías en nuestros círculos de expresión, llámense foros de amigos, peñas gastronómicas, tertulias cafeteras o ágoras improvisadas.
La verdad es que en estos tiempos que corren, estamos aprendiendo muchos términos de nuestro vocabulario que estaban anquilosados, o tal vez, poco usados y desvirtuados en adaptaciones digitalizadas o expresiones de bachata, y eso no es nada bueno para nuestra Real Academia de la Lengua, que no para de actualizar sus mecanismos del lenguaje a un ritmo vertiginoso y desmedido. Pero son los tiempos y como dice Javier Plaza, es lo que toca.