Otro curso con el corazón dividido

Hilario L. Muñoz
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Vladyslav Burdin es uno de los 82 ucranianos matriculados en la provincia. Muchos han vuelto y otros optan por las clases en ucraniano

Otro curso con el corazón dividido - Foto: Rueda Villaverde

Cuando en mayo del año pasado Valdyslav Burdin, su hermana Sofía y su abuela cogieron un autobús para salir de su ciudad Dniprorudne, en Ucrania, poco podían pensar en su futuro. Su idea era salir de la zona de conflicto, en un municipio ubicado en Zaporiya, dejar atrás la guerra y, luego, tratar de ajustar las necesidades a lo que fuera surgiendo. Primero salieron del país, después llegaron a España y finalmente fueron ubicados en Ciudad Real como refugiados, una ciudad muy diferente culturalmente, donde Vladyslav y su hermana comenzaron a acudir a clases. «Mi pueblo estaba ocupado ya y por eso salimos», señala, con el recuerdo de las bombas que llegaron a escuchar antes de escapar de la guerra.

Un año y medio después de aquel viaje lejos de las bombas, Vladyslav es uno de los 82 estudiantes ucranianos que quedan en las aulas de la provincia. Una cifra que ha ido cayendo desde el inicio del conflicto. El año pasado fueron 116. Comienza el curso para este joven de solo 14 años y que vive con su abuela de 68 años.

El descenso se debe a que muchos, como su hermana, de solo 9 años, han vuelto a Ucrania, donde siguen sus estudios en zona ocupada, pero en compañía de sus padres. Mientras que otros optan por seguir estudiando solo el curso en ucraniano, lo hacen a través de internet, tratando de obtener el título y pensando en regresar a su país. 

Otro curso con el corazón divididoOtro curso con el corazón dividido - Foto: Rueda VillaverdeSe trata de una posibilidad que también ha optado Vladyslav, que quiere lograr la doble titulación, española y ucraniana, por lo que acude a clases por la mañana en el IES Maestre de Calatrava, donde hay otros dos estudiantes ucranianos, y, por la tarde, realiza la tarea de sus clases en español, pero también ejercicios y exámenes online, en ucraniano. En ambos sitios trata de obtener la titulación de ESO, estudia cuarto, con una «presión» añadida, fruto de esa necesidad de estar en España, pero pendiente de lo que ocurre en su país, señaló el trabajador social de Cruz Roja, Rubén Muñoz. 

Como «muy difícil» califica Vladyslav el inicio de su estancia en España, donde encontró una cultura acogedora, pero unas clases «muy difíciles», por el idioma. «Este año lo llevas mejor», señalaba una de sus profesoras, mientras observaba la entrevista y se sorprendía del avance que tienen los jóvenes llegados de Ucrania, un país donde no solo el idioma es diferente, también el propio alfabeto.  

Claro que «las notas eran malas», al inicio, pero fue el apoyo de los compañeros, lo que fue haciendo que mejorara en clase. Ahora dice que le gusta la Física y Química y la Música, curiosamente asignaturas con idioma universal, mientras que en el deporte prefiere el pádel. Mientras vive dividido, entre la vida en España y la que queda atrás en Ucrania. Se trata de una dificultad que tienen muchas familias, que piensan en el regreso, más que en quedarse, mientras ven cómo el conflicto se alarga. Por eso muchas familias optan por las clases en Ucrania, aunque se corre el peligro de generar unas expectativas difíciles de cumplir porque «no van a retornar de manera tan inmediata».

Otro curso con el corazón divididoOtro curso con el corazón dividido - Foto: Rueda VillaverdeEn esa mejora del idioma y en sus clases, Vladyslav cuenta con el apoyo de Cruz Roja, que le ofrece además apoyos en el curso escolar y colabora en la compra de materiales. «También se ha hecho una dinámica de estudio para que puedan fortalecer en casa las actividades del día a día» estos estudiantes, y es que Rubén Muñoz recordó que estos alumnos no tienen en casa la figura de su padre o de su madre y se trata de apoyar su integración y que se encuentran lo más respaldo posible en su desarrollo. 

En este sentido, Vlaydlsav tiene el corazón dividido cuando se le pregunta por si se quedará en España o regresará a su país. En Ucrania tiene su familia y amigos, con los que habla por teléfono cuando puede. «El esfuerzo que hacen estos chicos es encomiable» estudiando «bajo una presión que no se corresponde con la edad que tienen», dijo Muñoz, tratando de aportar luz a unos alumnos que inician el segundo curso en paz, pero lejos de sus antiguas vidas.