Recién salida de la academia de oficiales de Aranjuez, la teniente Alejandra Bárbara Garduño recibía como primer destino la Comandancia de Ciudad Real, incorporándose a la Unidad Orgánica de Policía Judicial y poniéndose al frente del equipo Emume, especializado en los casos con mujeres y menores implicados. Un destino al que llegaba con muchas ganas de trabajar y en el que a los pocos meses se topaba con la muerte de la joven de Piedrabuena Belén, presuntamente asesinada por su pareja, caso que en la actualidad centra una gran parte de la labor diaria de esta unidad.
¿Cómo llega a la Comandancia de Ciudad Real?
Mi deseo era convertirme en policía judicial para dedicarme a tareas de investigación. En Ciudad Real existían un capitán y un teniente, y mi vacante era de nueva creación. Cuando surgió esta posibilidad vine aquí a hacer entrevistas, y finalmente asumí la responsabilidad al frente de Emume, además de los equipos Arroba y Edite, dedicados a los delitos telemáticos.
¿Cómo han sido estos primeros meses al frente de la unidad Emume?
Cuando pregunté me dijeron que la de Ciudad Real era una comandancia donde se trabajaba muy bien, con muy buen ambiente entre los oficiales, guardias y el resto de las compañías, y así es. Hay trabajo por hacer, porque desde que llegué aquí no he parado, pero es un trabajo que me gusta hacer y que lo disfruto, así que estoy contenta.
¿Qué tipo de delitos son de los que más se ocupa esta unidad?
Son delitos relacionados con la violencia doméstica, en el entorno familiar, sobre lesiones y también homicidios. También hay bastantes denuncias de agresiones sexuales, así como operaciones de trata de seres humanos, tanto en el ámbito agrícola como en prostíbulos. Pero los más numerosos son los relacionados con la violencia de género.
El año comenzaba en Ciudad Real con el triste suceso de Piedrabuena, con el presunto asesinato de una joven. Es un caso en el que su equipo estará volcado.
Este tipo de delitos suponen operaciones a las que hay que dedicarles mucho tiempo, por procedimiento judicial como por toma de testimonios. Seguimos trabajando e investigando y ahora tenemos pendiente la reconstrucción de los hechos en el lugar.
¿De qué forma funcionó la unidad en este caso concreto?
Cuando se avisa de que ha sucedido este incidente, el COS -Centro Operativo de Servicios- de la Comandancia nos activa y todos los efectivos del equipo nos desplegamos a la localidad donde han sucedido los hechos. Allí comenzamos a indagar para intentar averiguar lo que había sucedido, hablando con testigos, con familiares, para que nos intentaran poner en las circunstancias en las que había sucedido todo. Por ejemplo, información sobre si la víctima había cenado fuera esa noche, y también su pareja, para poder hacernos una composición de los hechos.
Después trabajamos con el laboratorio, recabando pruebas y llevándolas a analizar. Y por último tenemos que contar con el poder judicial, tanto con la juez que lleva la instrucción como con el fiscal.
Al ser un delito de tanta envergadura, somos nosotros los que nos ocupamos directamente de todo, al margen de la patrulla de seguridad ciudadana que es la primera en llegar porque está en la demarcación y es la encargada de recabar la primera información, que luego nos traslada por escrito a nosotros.
2022 se cerró con 48 asesinatos de mujeres por violencia de género en España, y 2023 empezaba con la muerte de Belén. ¿De qué modo se puede combatir esta lacra social?
Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad realizan un gran trabajo, con gente muy formada y una labor personalizada, con un control diario sobre las víctimas. Quizás donde sí hay que incidir es en el aspecto de divulgación y concienciación, para intentar que el mensaje llegue a un público diferente, más amplio.
Ya se están impartiendo charlas, pero la incidencia podría ser mayor, también a través de los medios de comunicación, para que se sepan las principales situaciones que se pueden dar en un entorno familiar, de pareja, conductas que pueden ser la semilla de un comportamiento más grave, cuando ya es complicado volver atrás y que solo se puedan resolver poniendo una denuncia y solicitando una orden de protección. Hay gestos que la gente asume como normales que no son tan normales, y que deben servir de alerta a amigos y familiares. No se pueden pasar por alto esos primeros gestos y preocuparnos solo cuando ya se producen los malos tratos.
¿Este tipo de comportamientos machistas son más habituales en el entorno rural que en un gran núcleo?
Creo que es indiferente, pero quizás sí es cierto que en los pueblos, como se conocen casi todos, alguien se vea obligado a estar en silencio y aguantar la compostura para que no se enteren los demás, por miedo al qué dirán, a la presión social, algo que no debe suceder.
En el caso de los menores, ¿cuáles son las denuncias más habituales?
El año pasado llegaron 30 denuncias desde la ANAR sobre menores con pensamientos suicidas, que no se encuentran bien en el colegio, que sufren buylling. También llegan casos de lesiones y agresiones sexuales.
¿Es muy diferente tratar con una mujer víctima que con un menor?
Nosotros tenemos una formación especializada para poder tratar con este tipo de víctimas. Hay cursos exclusivos sobre violencia de género, sobre homicidios, con desaparecidos. Son cursos en los que nos enseñan a hablar de un modo concreto con la víctima dependiendo de su edad. Cuando se denuncia un caso así, al final es volver a hacer pasar a la víctima por todo lo que ha vivido, con preguntas concretas sobre hechos, y hay que acompañarles de manera delicada para que confíen en nosotros. Debemos ser empáticos y escucharlos con tranquilidad, sin presionar, dándole sus tiempos, creando un vínculo desde el inicio, intentando que siempre les atienda el mismo agente.