Ramón González, natural de Daimiel y residente en París, está sorprendiendo en el ambiente literario con la aparición de su primer libro, Paz, amor y death metal, un libro en el que muestra la dura experiencia que vivió durante el ataque yihadista del 13 de noviembre de 2015 en la sala Bataclan, en la capital francesa, en medio de un concierto al que asistían cientos de personas.
González, que hoy realiza la presentación de su obra en su localidad natal, mantuvo una conversación con La Tribuna en la que reconoció que la decisión de poner sus vivencias por escrito partió «de un consejo de una psicóloga, poco después del atentado», como una forma de superar el trance. Para el autor, la experiencia dio un resultado «muy interesante porque conseguí separarme de la vivencia».
Anteriormente este titulado en Ingeniería Química por la UCLM, había escrito algunos relatos «y bastante poesía, pero se van a quedar guardadas en el cajón porque considero que corresponden a mi periodo de formación», de modo que esta obra es también su primera publicación.
González señala que en Paz, amor y death metal, corresponde totalmente a lo que él vivió en la sala parisina, aunque también hay elementos literarios «en la forma de contar las cosas, en cómo decido potenciar las cosas, cómo ves a otras personas».
González admite que de toda la experiencia vivida, a pesar de haber sobrevivido encerrado en un cuarto, a la espera de que llegara la Policía, fue precisamente, «la solidaridad de la gente que se volcó en ayudar a otros, a gente que no conocía de nada». Apunta así, a los vecinos de la zona que una vez que las unidades antiterroristas se hicieron con el control de la sala, «se volcaron en ayudar a las personas», dando apoyo a quienes estaban allí y ayuda a los heridos.
Para el autor, el primer borrador fue un trabajo bastante rápido, «fue volcar un montón de sentimientos, me salían las palabras a borbotones», durante un periodo de aproximadamente dos meses. Pero a esta escritura vivencial siguió un proceso de correción «de casi dos años, casi un trabajo de artesanos», precisó.
El escritor confesó para él lo más difícil a la hora de escribir su experiencia «fue el final, porque la realidad es que escribo para mí, dentro de un proceso de recuperación sobre unos hechos traumáticos, aunque la novela supera un poco la realidad». En cualquier caso asume que con el paso del tiempo la novela tendrá que ajustarse «un poquito más».
González reconoce que ese proceso creativo fue duro y tuvo varias consecuencias en su persona, «la primera de ellas fue la separación con lo que me había pasado, que fue fundamental», manifiesta dos años después.