La Semana Santa de Ciudad Real ha quedado marcada por el estigma invisible del coronavirus, una pandemia que obliga a celebrar la Pascua en la intimidad, en el recogimiento del hogar. Los sonidos ahogados de los costaleros, las trompetas, las cadenas de los penitentes, el paso a paso de los cofrades... el silencio impera en una Semana Santa diferente, tal y como fue la vivida hace 84 años. La Guerra Civil también obligó a dejar las procesiones a un lado, con una notable diferencia respecto a nuestros días: catorce pasos desaparecieron como consecuencia de la barbarie de la contienda.
La pérdida fue terrible. Los pasos del Cristo de la Caridad (Longinos), Cristo de la Piedad, Cristo del Perdón y de las Aguas (Tres Cruces), Ecce Homo (Pilatos), Santo Descendimiento, Jesús Nazareno, Jesús Caído, Nuestra Señora de los Dolores de la catedral y de Santiago, Nuestra Señora de la Soledad, la Oración en el Huerto y Santo Entierro. Cuando el conflicto pasó fue el momento de la reconstrucción, de recuperar una parte esencial del fervor religioso de Ciudad Real. Gracias a la labor de varios de los mejores imagineros del momento, como Luis Marco Pérez, José María Rausell, Francisco Llorens o Castillo Lastrucci, entre otros, las hermandades y sus pasos volvieron a la vida.
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Pero hubo tres pérdidas irrecuperables. La Hermandad de la Enclavación, con un interesante grupo escultórico de cinco figuras que representaba el momento en el que la Jesús era colocado en la cruz, la vanguardista Coronación de Espinas y también la Hermandad de la Santa Espina, que procesionaba con el Jueves Santo con una extraordinaria reliquia de la propia corona que portó Jesucristo en su martirio. El silencio vuelve a la Semana Santa de Ciudad Real.