Editorial

Hamás dinamita Oriente Próximo con un ataque indiscriminado sobre Israel

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Israel despertó el pasado sábado con una pesadilla de terror nunca vista antes en el último medio siglo. El balance de muertos es todavía impreciso, a medida que los ataques se suceden hora tras hora entre el ejército israelí y los milicianos de Hamás. Las imágenes de las primeras horas de la incursión de los combatientes del grupo terrorista en suelo israelí de forma masiva y sorpresiva, dejando un reguero de muertos en fiestas, casas, kibutz (aldeas rurales) y apoyado de una potente batería de misiles y un ciberataque medido -y dirigido- al ejército de Israel, ha conmocionado a la comunidad internacional, en especial a Estados Unidos y a la Unión Europea, principales socios de Tel Aviv.

Hamás ha volado cualquier tipo de puente y de paz en la región que, desde hace unos meses, se estaba fraguando al calor del acercamiento trascendental de Arabia Saudí a las aspiraciones de Israel de sellar un acuerdo que, a la vista, no contentaba ni a los palestinos ni a otras naciones de la región, como Irán, a la que se le atribuye un apoyo logístico y financiero en el ataque de este fin de semana. El ataque es incuestionable y mortífero: han perdido la vida más ciudadanos israelíes en las últimas 48 horas que en los últimos diez años en un conflicto que, aunque nunca ha estado dormido, sí que ha despertado con el gobierno de Netanyahu, cuestionado por su cada vez mayor radicalidad.

Estupefactos ante la insólita agresión, los países occidentales intentan cortar de raíz una guerra ya declarada contra Gaza y donde la respuesta está siendo inmisericorde sobre una porción de terreno diezmada por el desempleo, la opresión y las malas condiciones de la zona con más densidad de población del planeta. Con cientos de israelíes retenidos y con un país sediento de venganza, se aventuran días y meses de largos enfrentamientos por más que la comunidad internacional medie para frenar la escalada. Más allá de las posiciones y de los movimientos de los países árabes en el tablero de Oriente Próximo, con Irán y Líbano como máximos protectores de las intenciones de Hamás, y las reivindicaciones de un Estado palestino, nunca está legitimado el ataque indiscriminado que perpetrado por las milicias de Hamás sobre suelo israelí.

Tampoco se justifica la inexplicable posición de socios del Gobierno en funciones español por alinearse con el pueblo palestino sin ser enérgicos en la condena por el ataque terrorista. Para aspirar a cualquier tipo de convivencia o de paz es necesario cesar cualquier tipo de violencia, ataque o contraofensiva. Algo que, de momento, parece muy lejano.