Cuando el mimo del juez es para el verdugo

ANTONIO PÉREZ HENARES
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La semana termina con un 'tirón de orejas' a la Justicia española por sus actuaciones, tanto en política como en el ámbito más social

Cuando el mimo del juez es para el verdugo

 

Las leyes españolas son unas madres para los delincuentes y criminales, que algunos jueces convierten, además, en mimosas. La última prueba la ha ofrecido el juez Castro al poner en libertad al triple asesino, secuestrador, torturador y carcelero de Ortega Lara aplicando unos preceptos legales, que podía haber aplicado en sentido diferente, pero, ademas, aportando toda una serie de consideraciones de carácter moral, entre las que incluye el concepto de calidad de vida para una muerte digna que entran de lleno en el terreno de interpretaciones personales ajenas a las propias leyes. Para nada, y sin embargo, se tiene en cuenta el alarde sistemático del crimen realizado por el reo, su nulo arrepentimiento, la burla hacia sus víctimas y su empecinamiento en la violencia y el terror como norma de conducta. Eso para el juez no cuenta. Y en lo que se concluye y la sociedad percibe es algo tan doloroso como el mimo del juez hacia el verdugo. Que lleva implícito, aunque no se escriba, el desprecio hacia el dolor de sus víctimas a las que se infiere con él una nueva y terrible herida.
 Pero eso, parece, que ni nuestra legislación, ni nuestros jueces quieren tener en cuenta. Los sufrimientos de los inocentes, el dolor de los ofendidos, las secuelas de los torturados, la sangre derramada de los muertos, esos son los que acaban por no tener amparo, cuya dignidad y calidad de vida nadie estima que hayan de verse amparados ni por leyes, ni por jueces ni por nadie.
 Y al fondo enseña su pata, como palanca necesaria e imprescindible, la política. Porque ha sido la previa decisión del ministro, y por tanto del Gobierno, la que ha posibilitado la puesta en marcha de todo el mecanismo. Fernández Díaz, a través de Instituciones Penitenciarias, es quien decide, sin estar obligado ahora, el aplicar de inmediato, sin que haya una situación terminal, el tercer grado.
 
RUTH Y JOSÉ. Se cierra así una semana desalentadora y, en otro de sus ribetes, de esperpéntica escenografía. ¿O cabe calificar de otra manera el incontinente despliegue uniformado de ese comisario por todas las televisiones participando en un verdadero akelarre sobre la tragedia de dos niños desaparecidos por su padre, buscando tapar una monumental chapuza que ha contaminado toda la investigación policial?
La conmoción por tales sucedidos ha sido tal que por una vez ha relegado, incluso a segundo plano, nuestra tragedia económica. Acaba agosto y entramos de nuevo en plazos, tiempos y momentos decisivos. La partida final sobre el euro y sobre España se juega en dos tapetes, el interior, donde algunas autonomías, insaciables y ansiosas en seguir pretendiendo que se les paguen sus inmensos pufos sin aceptar ponerse a dieta y dejar la mesa del festín, y la exterior, que ha de jugarse en Europa, descarnadamente, a cara de perro, porque nos va la comida y hasta el hueso en ello. Y es la primera cuestión, la del disparate autonómico, que cada vez resulta más letal para nuestro futuro como Nación, la que nos en la peor de las situaciones a la hora de jugar nuestra cartas en el tapete. La que ha vuelto a hacer hervir nuestra prima de riesgo y nuestro riesgo como país. O el Estado embrida de una vez a las autonomías y las reconduce a parámetros, dimensiones y funciones sensatos y eficaces o se llevan a España por delante y la fondo del hoyo.
Tras cumplir con los últimos requisitos impuestos por Bruselas, la creación del banco malo y la liquidación de entidades inviables, de sentido común y que hasta debían haberse afrontado antes y mejor hubiera ido, el rescate a las cajas podridas se supone que tendrá ya su conclusión, porque llevamos en ello meses y llegar no ha llegado un duro. Pero no hemos culminado esto y ya estamos hablando de lo otro, del rescate de la deuda, que podemos llamarlo como se quiera, pero que resulta insoslayable si queremos financiarnos y no morir en el intento al hacerlo con unos enormes intereses. Que no es de recibo que lo hagamos, ni podemos pagarlos.
Y en ello es justo decir que a veces los vaivenes resultan contradictorios y sorprendentes. Porque España esta pagando la financiación de su deuda más barata en su conjunto que el año anterior, un 3,40 por ciento por termino medio frente a un 3,90 del 2011. La última subasta resultó además un éxito en todos los sentidos. Se colocó más del máximo previsto, fue altísima la demanda y los intereses bajaron un 60 por ciento . Una magnífica noticia esa colocación a corto plazo que dejó en un caso el interés rozando el 1 y en el otro rebajó también más de punto y medio sobre la anterior subasta. 
Pero la cascada de malas nuevas rompió de inmediato el seguir sin tropezones. La primera fue que los brotes verdes no solo eran una memez de Salgado. Es que, además, eran mentira, que no habíamos crecido lo que se nos dijo y que en recesión ya habíamos entrado en el último trimestre del año pasado. Una más de esta herencia que es el mayor pufo de la historia que añadir a ese déficit que era del 6 por ciento cuando ellos lo contaban pero que fue del 8,5 primero cuando las cuentas se echaron de veras y acabo siendo casi del 9 cuando algunas comunidades tuvieron que echar las suyas. Eso fue por antes, pero la inflación al 2,7% y sin que haya empezado a inflacionar el IVA es de ahora y es muy grave. Un país en recesión y encima con los precios, sobre todo los combustibles, disparados es el peor de los disparates. Pero en qué si no vivimos ya desde hace años. En un túnel del que dicen, llevan diciendo, antes los unos, ahora los otros, que hay salida. ¿Pero nos pueden decir, por favor, donde se encuentra?