Junio ha sido un mes de calor infernal: nunca habíamos padecido un junio tan cálido. En este mismo mes, que hemos descubierto feroz, se anunciaba por el Ayuntamiento un Plan de Arbolado. Según se recoge en el diario La Tribuna del día 30 de junio el Ayuntamiento se plantea plantar entre 800 y 1.000 árboles en espacios que hasta ahora carecen de ellos. ¡Bien por la iniciativa! Es un anuncio digno de aplaudir. Supone, o quiero suponer que supone, el nacimiento de una nueva sensibilidad ante las nuevas realidades que nos trae cambio climático. Toledo se encuentra en la zona de gran y graves riesgos de desertización y el plan anunciado, que confiemos se mantenga en los siguientes años, supone cambiar el rumbo hacia la transformación de una ciudad que años atrás fue estúpidamente arboricida. Fueron tiempos en los que los arboles molestaban, había que evitarlos, o mantener alguno como un puro adorno, como un tiesto solitario en la soledad de un balcón. Y eso dio lugar a la ciudad estéril y gris que ahora tenemos. El Plan, si se mantiene en intensidad y en el tiempo, puede transformar calles, plazas, barrios enteros. Puede iniciar el tránsito hacia una ciudad menos dura en los infernales meses de verano. Y la posibilidad de reducir los efectos nocivos para la salud de ese clima tan extremado.
El calentamiento global y el cambio climático que conlleva nos imponen un proceso de adaptación permanente. Y eso no solo afecta a las personas, sino también a las ciudades donde se desenvuelven las vidas y las actividades de los ciudadanos. No es lo mismo vivir en una ciudad verde que en una ciudad árida. El Plan de Arbolado debería dejarnos en poco años una ciudad distinta. Una ciudad más acogedora en las estaciones neuróticas que vienen, la seguridad de una vida distinta en las calles y la prevención de los riesgos silenciosos de muertes por climas inclementes. Según los detalles de ese plan afectarán a algunos lugares especialmente desertizados como las carreras de San Sebastián o las zonas de conexión entre barrios y hasta los mismísimos barrios abundantes de gris y cemento que endurecen las condiciones de vida. ¡Existen tantos espacios por plantar! Tantos por embellecer que, ojala, este y las siguientes corporaciones que se sucedan, fomenten y mantengan planes de transformación verde.