Quizás Fuenteovejuna

Hilario L. Muñoz
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El estreno de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en Almagro y que se podrá ver hasta el 13 de julio, resulta en un montaje que deja al espectador lleno de dudas y que bebe de la cultura popular para crear una atmósfera asfixiante y violenta

Uno de los bailes antes del horror y la violencia - Foto: efe

El estreno de Fuenteovejuna de la Compañía Nacional con el que se abre el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro es una obra que parece imbuirse de toda la cultura popular que ha bebido del texto clásico de Lope de Vega. Se muestra como una obra que transita entre la lucha de los pueblos oprimidos, como un musical al estilo de Los Miserables, y también en el mundo del terror, como una película de La Purga. Dos ejemplos alejados en el tiempo y en estilo, pero que manan de la misma fuente, la lucha del pueblo oprimido, la necesidad de la violencia para acabar contra los tiranos y cómo la violencia se vuelve en contra de todos aquellos que la ejercen, incluso de quienes lo hacen por tener justicia. 

De esta forma, se crea una obra que no es para todos los públicos; una representación que, en algunos momentos, se vive con terror, desde el asiento por la crudeza de las agresiones; vergüenza, por ver reflejadas las pasiones humanas; y también asco, al imaginar cómo actúan en la intimidad quienes se sienten impunes. Con estos sentimientos es difícil que deje indiferente, pero, a veces, adolece de demasiados estímulos, de un juego de muchos planos sobre el escenario donde hay música en directo y bailes regionales que acompañan el texto de Lope de Vega, y en el que las transiciones entre escenas, hay ocasiones que sirven para dar ritmo a la doble trama de la historia, pero en otras se alargan demasiado, paralizando momentos álgidos del texto. 

En este sentido, este Fuenteovejuna, versión de María Folguera, se centra en la guerra que da pie al texto y que tocan de lleno a Ciudad Real y Almagro, con la lucha entre quienes apoyaban a los Reyes Católicos, la capital, y a quienes apoyaban a Juana I para reinar en Castilla, los calatravos, a los que pertenece al comendador. Mientras, Fuenteovejuna se muestra como un municipio donde la vida sigue cuando no hay tiranos y el pueblo se divierte. Una diversión que llega en formas diversas desde batalla de gallos, al ritmo de los versos de Lope de Vega; canciones y bailes regionales, pero que se alejan de la Córdoba de Fuenteovejuna o de La Mancha de los calatravos, para adentrarse por jotas , charros o aurresku. Una música obra de Raquel Molano. Quizás se hace como un guiño a todas las dos españas que se han sucedido en el tiempo y que parecen arrancar en esta guerra civil del siglo XV; pero es eso, un quizás, porque la obra, dirigida por Rakel Camacho, deja más preguntas que respuestas en su desarrollo. 

La puesta en escena, creada casi como un musical.La puesta en escena, creada casi como un musical. - Foto: Jesus Monroy

La puesta en escena, de Mónica Borromello, marca estos dos escenarios con un Palacio del Maestre de Calatrava, creado con una sola pantalla; y una Fuenteovejuna, convertida en una plaza, que conforme avanza la obra se va haciendo más y más antigua, casi prehistórica, al igual que las ropas y los trajes de quienes la habitan, convertidos en cavernícolas, cuando todos a una van contra el comendador, con un vestuario de la ciudadrealeña Rosa García Andújar. A la vez ese pueblo primero parece ganado, unido y al servicio de los poderosos; pero, acaba convertido en animales, con máscaras y desnudos. Se trata de un recordatorio, quizás, a la violencia que hay tras toda la historia de la humanidad. Otro quizás entre tantos elementos que se ven en el escenario. 

De lo mejor de la obra, es la interpretación unida del pueblo. Sus canciones y bailes forman un todo que se asemeja al de muchos musicales, que es entretenido en ocasiones y horripilante otras veces, debido a la violencia con la que termina. La escena de la boda es uno de los puntos álgidos y también el monólogo de Laurencia, interpretada por Cristina Marín-Miró, donde el espectador no puede quedar indiferente y parece clamar como el pueblo necesitado a los políticos que solo discuten y discuten, pero no actúan rápido ante el miedo a las consecuencias. Mientras, Chani Martín en el comendador, realiza un trabajo de deshumanización, que parece justificarse en su caída, de héroe a perdedor, mientras su cuerpo se va manchando de la sangre de las víctimas. 

A todo esto se suman otros aspectos más que hacen que se convierta en un trabajo denso, difícil de decir al acabar, con el aplauso, si ha gustado o no. Quedan las dos sensaciones en el espectador. Quizás por la multitud de capas que tiene condensadas en sus dos horas de espectáculo. Quizás por el ritmo que se detiene en los cambios de escena y que hace que no se llegue a un clímax. Quizás porque a diferencia de muchas otras Fuenteovejuna, no termina con todos a una, sino con una mirada de pesadumbre al combatir a los tiranos, porque tras ellos vendrá otro y a los 'villanos' solo les quedan labrar y cantar. 

El pueblo unido, al inicio de la obra, mirando de frente al espectadorEl pueblo unido, al inicio de la obra, mirando de frente al espectador - Foto: efe

La obra podrá verse hasta el 13 de julio en el Teatro Adolfo Marsillach. 

Ficha Artística y Técnica

Reparto
Chani Martín, Jorge Kent, Cristina Marín Miró, Pascual Laborda, Cristina García, Alberto Velasco, Eduardo Mayo, Mariano Estudillo, Adriana Ubani, Nerea Moreno, Pedro Almagro, Vicente León, Jaime Soler Huete, Mikel Arostegui Tolivar, Fernando Trujillo, Laura Ordás, Lorena Benito, Lucía Lopez, Carmen Escudero
 

El comendador y el maestre, al inicio de la representación. El comendador y el maestre, al inicio de la representación.

Escenografía y vestuario
Mónica Borromello, Rosa M. García Andújar

Escenografía
Mónica Borromello

Vestuario
Rosa M. García Andújar

La relación de poder, entre los hombres del Comendador y el alcalde de FuenteovejunaLa relación de poder, entre los hombres del Comendador y el alcalde de Fuenteovejuna - Foto: efe

Iluminación
Pilar Valdelvira

Asesor/a de Verso
Chelo García

Música
Raquel Molano (diección musical), Pablo Peña, Darío del Moral

Movimiento
Sara Cano

Ayudante de dirección
Marlene Michaelis

Ayudante de escenografía
Mauro Coll

Ayudante de vestuario
Rosa Rocha

Ayudante de iluminación
Marina Cabrero