«No hay que perder la tradición de la carpintería artesanal"

Ana Pobes
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Carpintero molinero, recibió el premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción, que reconoce a maestros de oficios al borde de su extinción

«No hay que perder la tradición de la carpintería artesanal" - Foto: Tomás Fernández de Moya

Vicente Casero es maestro carpintero especializado en la restauración y la construcción de los emblemáticos molinos de viento de Castilla-La Mancha. Su pasión por este oficio le ha llevado a lograr la placa al mérito artesano de Castilla-La Mancha y el título de maestro artesano, ambos otorgados por el Gobierno regional, aunque desde hace solo unos días ha sumado a su palmarés el prestigioso premio galardonado de las Artes de la Construcción Richard H. Driehaus,  un reconocimiento a nivel nacional al oficio de carpintero molinero, una labor, lamenta, que «muchas veces no se ve».

Se trata de un galardón que se concede en España a los más destacados maestros de los distintos oficios de la construcción tradicional, contribuyendo así a su preservación y continuación. Y se convoca  anualmente por INTBAU (International Network for Traditional Building, Architecture and Urbanism), con la colaboración de Kalam, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, el Ministerio de Cultura y Deporte, el Premio Rafael Manzano Martos y el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España.

Natural de Campo de Criptana, asegura que este galardón supone también un reconocimiento a esos oficios a punto de extinguirse y casi en desuso, y el de carpintero molinero es uno de ellos, pues solo hay tres personas, incluyendo él, que se dedican a esta profesión en Castilla-La Mancha. «Somos pocos», lamenta. Y él ha sido uno de los que ha conseguido recuperar un oficio que había caído en el olvido durante más de un siglo debido a la falta de continuidad entre la última generación de maestros constructores de molinos.

Con satisfacción detalla algunos de los trabajos que ha realizado en los últimos años. Uno de ellos, ha sido el molinero de Puerto Lápice, inaugurado recientemente, y que «se ha íntegro con maquinaria de molienda completa, pues salvo los muros, que se han respetado, el resto se ha hecho todo nuevo». Una de las obras más importantes para él, reconoce. Ahora, está embarcado en la restauración de la cubierta del molino de El Romeral, en la provincia de Toledo, uno de los nueve   molinos que conserva su maquinaria original. Un molino, reconoce, en el que lleva trabajando varios años, pues en diferentes fases se ha ido restaurando elementos como las aspas, la máquina y el eje, entre otros.

«Cuando uno hace el trabajo bien hecho e intentar superarse, tarde o temprano vienen los méritos. Al final se premia ese afán de superación», comenta con satisfacción a La Tribuna para insistir que le gusta y le apasiona su profesión, y eso, al final, se deja sentir en cada uno de sus trabajos. «Es un mundo muy pequeño, muy acotado, y al final uno hace las cosas que le gustan, por lo que los reconocimientos vendrán cuando tengan que venir», apunta.

Asegura que el mundo de la carpintería ha pegado un cambio radical en cuanto a materiales y técnicas, pero «no debemos de perder la tradición de la carpintería artesanal y sí el complejo que hemos tenido siempre en aquellos oficios artesanos, pues al que se dedicaba a ellos se le trataba como una persona que había fracasado en la vida», lamenta.