En una nave medio abandonada de Torralba de Calatrava, Órdago y Jucano esperan a su 'zapatero'. Tienen 16 y 15 años, respectivamente, y son caballos de pura raza española a los que para resguardar sus delicados cascos se les pone herraduras. Es su calzado a medida. Y a eso se dedica desde hace 21 años Antonio Galindo, quien dejó atrás su profesión de panadero para especializarse en el ancestral oficio de herrador. Una profesión, la de 'podólogo equino', a la que llegó casi por casualidad, por su afición al mundo de los caballos. Ahora, y tras recibir formación, es uno de los pocos herradores profesionales con los que cuenta la provincia, esa que recorre con su fragua ambulante. «Cuando me formé en la Escuela de Herradores de Madrid éramos 21 alumnos en clase, la promoción más grande. Ahora solo siete estamos herrando», comenta mientras sus hábiles manos se mueven con cuidado y precisión sobre los cascos de uno de los tres o cuatro caballos que hierra al día.
A los caballos les crece constantemente tres cosas: Los dientes, el pelo y los cascos, estos últimos formados por diferentes materiales que suelen crecer «unos dos centímetros cada tres meses». Para evitar lesiones, el herrador se dedica a quitar las herraduras viejas, recortar y aplomar el casco para después forjar la herradura y adaptarla al animal con el objetivo de que el casco no sufra desgaste.
Un oficio que puede parecer fácil, pero nada más lejos de la realidad. Existen más de una decena de números de herraduras, que «vienen a tener exactamente la misma función que nuestros zapatos», y que varían en cada caballo. «Depende del trabajo que se le dé, así lleva una herradura u otra, como ocurre con nuestro propio calzado», apunta al tiempo que señala que si se hierra mal al animal, éste puede llegar a tener problemas muy serios.
Zapatero de caballerías - Foto: Rueda VillaverdeDespués de tantos años en el oficio, Antonio cuenta ya con un nutrido grupo de clientes, con su furgoneta va a donde le llamen. Pero reconoce que ser herrador «es muy duro». «Hay que sujetar al caballo para que permanezca quieto y estar todo el tiempo agachado. Un caballo al día no pasa nada, pero cuando ya llevas cuatro o cinco, la espalda la nota». Aún así, «madrugar es mucho más duro». Es la vida que ha elegido.
Una profesión que ha ido evolucionando con el transcurso del tiempo, sobre todo las herramientas que se emplean. Antiguamente, rememora, se usaba el pujavante. Una herramienta de «unos siete centímetros de ancha» que ayudaba a sujetar al animal y ahora, «lo hacemos solos». «Eso ya ha pasado a la historia». Pero lo que sí seguirá 'vivo' será un empleo, el de herrador, que ya existía en la época de Napoleón, donde los mariscales eran la mayoría herradores, una figura clave en las caballerías, parte fundamental de las hazañas bélicas.
Más fotos:
Zapatero de caballerías - Foto: Rueda Villaverde
Zapatero de caballerías - Foto: Rueda Villaverde