Antonio García-Cervigón

Buenos Días

Antonio García-Cervigón


El 11M: nuestro día de infamia

12/03/2024

Con motivo del criminal derribo de las Torres Gemelas de Nueva York habíamos escrito en esta columna, en 2001 que la semilla de los fanáticos se extiende como la pólvora por diversas zonas de la tierra. «La humanidad, buena parte de ella, se juega su futuro sin más alternativas. No es la hora de fatuos y pusilánimes frente a valores que encarnan la libertad, democracia e igualdad y tolerancia, aparece otro mundo que llama a la Guerra Santa» . Y proseguimos nuestro articuló con la siguiente aseveración: «Ustedes dirán que la religión islámica es otra cosa, que el Islam puede existir sin estos locos que han perdido sus creencias al quebranto de su fanatismo. Pero es cierta nuestra preocupación porque se puede luchar contra el fanatismo político, contra el fanatismo de las nacionalidades, contra el fanatismo de las etnias, contra unas ideas u otros pensamientos. Se puede luchar contra un pueblo o una nación, pero es difícil luchar contra creencias y, además, contra creencias absolutas y fanáticas. Claro que la guerra será larga pero además de larga, será odiosa». 
Ayer, 11 de marzo, se cumplía el 20 aniversario del atentado yihadista más atroz y sangriento ocurrido en Madrid. Siete duras explosiones arrebataron la vida de 192 personas y casi 2.000 resultaron heridas. Los servicios de emergencias madrileños empezaron a desplegarse hasta las zonas afectadas. Policías, bomberos, sanitarios, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, empleados del tren, voluntarios y hasta periodistas. Todos juntos y en unión para acudir a donde hiciera falta para atajar la fatal desgracia inesperada. Un bombero que intervino en ayudar a los afectados, declaraba:«El día 18 de marzo fue la primera vez que pude acudir a casa y llorar amargamente». Hubo verdaderos héroes anónimos Destacó la gran solidaridad que hubo en la capital de España, sobre todo, en las zonas afectadas con los trenes reventados y, de manera sobresaliente, en los centros sanitarios. La oferta que hubo de donaciones de sangre fue apabullante. Servicios de taxistas y vehículos privados estuvieron dispuestos para la ocasión hechas corazón. 
La barbarie vivida suponía un trauma enorme para una situación de estrés que reproduce un impacto brutal de consecuencias negativas. Los supervivientes de esta vil infamia que recorrió el mundo entero todavía sufren trastornos prolongados en el tiempo. La Asociación de Víctimas del Terrorismo sigue atendiendo a personas que fueron víctimas de tan criminal genocidio. Ayer hubo memoria digna y plena para ellos. Y en esas estamos.