Aprender a ser profesor con una clase en el desierto

Hilario L. Muñoz
-

Alumnos de la facultad de Educación viajan a los campamentos saharauis a realizar las prácticas del grado. Se trata de una actividad única, organizada por el centro de la UCLM con apoyo de Diputación

En los campamentos saharauis de Tinduf estos días se encuentran 77 personas procedentes de la Facultad de Educación de Ciudad Real, en el segundo viaje tras la pandemia y, en el primero, en que se recuperan los grandes datos que había antes de que el COVID rompiera con estas prácticas para futuros profesores, únicas en España. Se trata de 59 alumnos y 12 coordinadores que les sirven de apoyo durante las semanas que estos alumnos imparten varias asignaturas a los menores de los campamentos.

Educación cuenta de nuevo con el apoyo de Diputación para realizar estas prácticas y de la propia UCLM y que este año se desarrollan con una novedad. Por primera vez, partieron en dos turnos: uno salió el lunes 12 de febrero y el segundo, el 14, debido a que las aerolíneas que vuelan a Argelia no tenían 77 billetes disponibles en un mismo avión cuando se cerraron las ayudas.  El primer grupo volverá el 5 de marzo y el segundo, el 8 de marzo para seguir en colegios de la provincia con la parte práctica del grado. 

Al llegar a Argelia, un transporte les condujo a la frontera, a la zona de Tinduf, donde se encuentran los refugiados. Allí pasarán un mes apoyando clases de «plástica y educación física» y también la enseñanza de español, que se imparte a los refugiados, explicó el vicedecano de Formación de la Facultad, Javier Cejudo. Los 12 coordinadores son personas con experiencia que intervienen con los directores de los colegios de la zona, con los transportes, con la prensa saharaui y organizan las actividades que se van a realizar durante la jornada lectiva y también por la tarde, porque en los campamentos el trabajo no para. 

Aprender a ser profesor con una clase en el desierto 
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto

De hecho, la labor de las prácticas arranca semanas antes, con la preparación de unos macutos, que se miden al gramo, para que cada alumno lleve consigo diez kilos de material escolar y que este año han sacado de los almacenes de la facultad, donde aún permanecían desde antes de la pandemia. El resto del equipaje es ropa que llevan los alumnos y que también se suele quedar allí cuando descubren que están en un sitio donde la gente vive de lo que llevan las organizaciones. «Cuesta bastante llegar a los campamentos, porque tenemos que identificarnos varias veces, pero aquí nos acoge con cariño la gente», indicó Yessica Segovia, una de las profesoras que acompaña a los alumnos. «Cuando llegamos a los campamentos estaban las madres muy ilusionadas para acoger a todos los chicos, que van a convivir durante 21 días con una familia saharaui».

Más fotos:

Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto - Foto: Rueda Villaverde
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto
Aprender a ser profesor con una clase en el desierto

La lección del Sáhara es la de «una experiencia en un contexto diferente: educativamente, culturalmente y religiosamente». Se trata de «un entorno de pobreza alta, uno de los campos de refugiados más antiguos del mundo», indicó Cejudo, quien recordó que es una de las zonas más desérticas del mundo, incluso para los saharauis que salieron de su territorio a estos campamentos.