Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Corrupción moral

02/03/2024

Es habitual llamarse a escándalo ante los casos de corrupción económica, han alcanzado en un momento o en otro a todos los partidos que han tocado poder y en muchos casos han finalizado con largas condenas de prisión. Sin embargo también andamos bastante sobrados de casos que acapararon el interés informativo pero acabaron archivados, después de destrozar biografías intachables.

Peor que la corrupción económica, aunque escandaliza la escasez de escrúpulos de quienes delinquen desde cargos públicos para hacerse con dineros de manera fraudulenta, es todavía más inaceptable, más miserable, la corrupción moral. Tan frecuente en estos tiempos que es lógica la decepción de infinidad de españoles ante la clase política. Fundamentalmente la gobernante.

El ejemplo más hiriente es el de un presidente de gobierno dispuesto aceptar lo que sea con tal de permanecer en el cargo. Pactó con quien juró no pactar, asumió propuestas legislativas que no tramitaría ningún dirigente político con principios inamovibles y sin informarse previamente de sus infames consecuencias. Ha colocado en puestos de poder a personajes sin más curriculum que contar con familiares o amigos poderosos, y ha traspasado todas las líneas rojas para negociar el futuro de Cataluña, el futuro de España, con un prófugo de la Justicia del que decía que no pararía hasta llevarlo ante los tribunales.

El problema es que ese modelo vital y político que aplica Pedro Sánchez desde Moncloa y Ferraz, es aceptado por personas que, al asumirlo, provocan que se dude de su nivel de moralidad. Porque no se inmutan ante el engaño sistemático, tampoco ante el abandono de los principios que defendían porque prefieren abrazar los que le permiten mantenerse en el machito, y son incapaces de hacer la mínima crítica a quien les lleva por un camino que les convierte en personajes no fiables, sin palabra. Personajes a los que no importa su país, sus instituciones, sus leyes ni su gente.

Vivimos días en los que la corrupción económica y moral van de la mano. Es inaceptable, vergonzoso, el mal uso del dinero público para engrosar bolsillos de particulares; es inaceptable, vergonzoso, mirar hacia otro lado cuando tramas corruptas actúan desde el despacho de al lado. Es inaceptable, vergonzoso, abusar de las puertas giratorias que, antes de gobernar, criticaban ferozmente; como es inaceptable, vergonzoso, trastear prebendas, dádivas y subvenciones con empresarios de mínima actividad, o ninguna, pero con amigos influyentes.

Pero peor que esas corrupciones que hacen ricos a indeseables, es peor que el gobernante legisle en función de las exigencias de quienes cuentan con los votos que le permiten gobernar, aunque sean delincuentes. O tratan de descalificar personal y profesionalmente a los jueces o fiscales que pretenden que se cumpla la ley. O promueve a cargos institucionales a personas incondicionalmente afines.

Los casos de corrupción llenan de vergüenza, ERE, Gürtel, Roldán, Bárcenas, Malaya, Banca Catalana, Púnica… la lista es larga. Por desgracia. Sin embargo, para muchos españoles es peor la sensación de que los corruptos morales no tienen castigo. Y lo merecen más que nadie.